viernes, 20 de enero de 2017

MADRE
            Mi madre era una extraordinaria dibujante y pintora. Fue alumna de Laborde y Bazurro en el Círculo de Bellas Artes. En sus mejores años, década del 30, pintaba con el estilo planista al igual que Bazurro, Laborde, Cúneo, Arzadum, Petrona Viera, Causa, Etchebarne Bidart,  y otros.  Bazurro la quiso mandar a Europa con una beca junto con Gilberto Bellini, que era otro alumno destacado, pero mi abuelo materno, un vasco medio bruto y atrasado,  no la dejó ir. También quiso estudiar arquitectura pero fue casi peor. Ninguna mujer podía estudiar arquitectura en esos años. Cuando nacimos mi hermano y yo, dejó de pintar, como sucede a tantas mujeres hoy en día. No es que haya abandonado, siguió pintando esporádicamente, pintaba para el Salón Nacional y sacaba premios, pero eso no sirve para nada. No hizo exposiciones individuales, quedó fuera del circuito artístico, perdió el tren y además no entendió lo que pasaba en los 50 con las vanguardias, el Taller Torres García y el abstraccionismo.
            Como yo heredé sus aptitudes naturales para el dibujo y no tenía dificultades con las matemáticas, mi madre me convenció a los 16 años para inscribirme en Preparatorios de Arquitectura y de esa manera se realizaba ella a través de mí, compensando su notoria frustración, sin darme chance de elegir otra profesión que me gustara, como la medicina por ejemplo. Decía que yo era tan sensible que a la primer vista de sangre me iba a desmayar al pie de una cama de hospital. Con todo, me estimuló para que fuera a Bellas Artes, donde pude resistir un año y medio, pero las exigencias crecientes de la Facultad me obligaron a dejar.


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