viernes, 20 de enero de 2017

INUNDACIONES
                        Ese mismo año, en abril, ocurrieron las peores inundaciones del siglo. Me puse el uniforme de los Boy Scouts que me quedaba chico y me fui al Cilindro a embolsar ropa usada para los damnificados. Pero la facultad organizó una asamblea gigantesca en el salón de actos para discutir causas y remedios de la inundación. Los más razonables dijeron que la culpa era de los Intendentes corruptos que autorizaron  fraccionamientos inundables. Los  más enfervorizados señalaron como culpables al latifundio,  la propiedad privada de la tierra, el capitalismo,  el imperialismo yanqui y la necesidad de expropiar casi todo.  La lista de oradores era enorme y se votó un cuarto intermedio. Al día siguiente pedí  la palabra y con las piernas temblando de miedo hablé de la naturaleza humana, del egoísmo y la ambición, la compasión y la caridad, cité a Carlos Vaz Ferreira, Albert Camus, Shopenhauer y otros autores hoy un tanto devaluados. Cuando terminé se produjo un piadoso silencio que me pareció eterno, pero por suerte se olvidaron de mí y siguieron con las mociones habituales de movilización y lucha contra el gobierno.  Al día siguiente algunos profesores de la derecha me felicitaron en voz baja por mi valentía,  pero todos los grupos de estudiantes me invitaron a sus reuniones políticas. Habían detectado en seguida al cretino útil, inocente pero de buena madera, capaz de evolucionar, con un poco de entrenamiento,  hacia la izquierda revolucionaria.


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