INUNDACIONES
Ese
mismo año, en abril, ocurrieron las peores inundaciones del siglo. Me puse el
uniforme de los Boy Scouts que me quedaba chico y me fui al Cilindro a embolsar
ropa usada para los damnificados. Pero la facultad organizó una asamblea
gigantesca en el salón de actos para discutir causas y remedios de la
inundación. Los más razonables dijeron que la culpa era de los Intendentes
corruptos que autorizaron fraccionamientos inundables. Los más enfervorizados señalaron como culpables
al latifundio, la propiedad privada de
la tierra, el capitalismo, el
imperialismo yanqui y la necesidad de expropiar casi todo. La lista de oradores era enorme y se votó un
cuarto intermedio. Al día siguiente pedí
la palabra y con las piernas temblando de miedo hablé de la naturaleza
humana, del egoísmo y la ambición, la compasión y la caridad, cité a Carlos Vaz
Ferreira, Albert Camus, Shopenhauer y otros autores hoy un tanto devaluados.
Cuando terminé se produjo un piadoso silencio que me pareció eterno, pero por
suerte se olvidaron de mí y siguieron con las mociones habituales de
movilización y lucha contra el gobierno.
Al día siguiente algunos profesores de la derecha me felicitaron en voz
baja por mi valentía, pero todos los
grupos de estudiantes me invitaron a sus reuniones políticas. Habían detectado
en seguida al cretino útil, inocente pero de buena madera, capaz de
evolucionar, con un poco de entrenamiento,
hacia la izquierda revolucionaria.
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