Últimamente en las discusiones
políticas está de moda mencionar que el uno por ciento de la humanidad es dueña
del cincuenta por ciento de la riqueza.
Lo del cincuenta varía un poco con cada fuente periodística, pero lo del uno por ciento, que tiene su gancho,
se ha hecho viral. Lo popularizó Sanders en sus debates con Trump y Hillary. La imagen que en esos días me volvió desde la infancia es la del Tío Rico
Mac Pato sentado en una montaña enorme de monedas de oro. Hace unos días se
apareció por el taller mi amigo Silvita, (ex militante de la Juventud Comunista
en la década del sesenta), blandiendo un
pedazo de queso y una botella de whisky. Quería conversar conmigo del tema del
uno por ciento, aun sabiendo que desde hace años no me interesa enredarme en
polémicas de boliche. Como es un buen tipo, medio idealista e inocente, me armé
de paciencia, lo hice pasar a la cocina y mientras yo picaba unas cebollas dejé
que me contara sus elucubraciones estadísticas. Lo escuché con cara de no
saber, pero al rato le pregunté si siempre vivía en aquella casa del barrio Jacinto
Vera que le dejaron sus padres. Dijo que sí, que le quedó un poco grande, pero
si la vende ahora no le dan más de 250 mil dólares. “¿Y el apartamento que te
dejó tu jermu cuando te mandó a la mierda cuánto vale?” le pregunté. “Y ponele
otros 250; sabés que no me gusta Punta y
menos si es en Gorlero. Solo lo usan mis nietos,” me dijo. “Lo podrías alquilar en verano, boludo, no
creo que la fabriquita de bolsas de nylon que tenés en el barrio de los judíos
te dé para vivir!” le dije. “¡Y no, está todo medio parado, pero tengo seis
empleados de toda la vida, no los voy a echar!” “Pah! Silvita! Pensar que ese
galpón debe valer otros 250, por el terreno, viste? Si le sumás las máquinas de
la época de Luis Batlle, la camioneta y los cuadros de Iturria, ya te pasaste
de los 770 mil. Estás en el uno por ciento! Te felicito, te sirvo otro?” Silvita
palideció, se quedó mudo como si le hubieran dado un mazazo y agarró sus cosas
como para irse. Temiendo que le fuera a dar un infarto le dije que si donaba
casi todo y se compraba un monoambiente de setenta mil, se entreveraba en el numeroso
pelotón del 10 por ciento más rico del planeta. “¿De dónde sacás esos datos?”
me preguntó desesperado. “Están en Internet en varios sitios, y acá en Uruguay
lo vi en El País, el Observador, y Búsqueda.” “Ah, con razón, me olvidé que
vos leés la prensa burguesa” me dijo, y
se fue mucho más tranquilo, pobre Silvita. JUNIO 2017, publicado en Cartas de los lectores de Búsqueda
viernes, 23 de junio de 2017
lunes, 19 de junio de 2017
EL ARCO IRIS
La “bandera del arco iris” diseñada por Gilbert Baker en San Francisco en 1978 representa desde
entonces al movimiento Lesbian, Gay, Bisexual, Trans y Queer, en todo el mundo.
Los seis colores, rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta, simbolizan
vagamente sexo, vida, curación, sol, naturaleza, arte, espíritu, etc. Pero hace
poco la Comisión de Derechos Humanos de Filadelfia introdujo en la bandera una idea
“políticamente correcta”. Le agregó a la bandera dos franjas nuevas, una marrón
y una negra, que simbolizarían las
minorías gay más discriminadas por los blancos de Filadelfia. Entonces la
bandera con los bellos y polisémicos colores del arco iris, (donde ya están
todos los colores), y que la humanidad celebra desde el comienzo de los
tiempos, se transforma en signos de raza, de políticas identitarias y puteríos
varios propios de la posmodernidad más tonta. Así se entretienen nuestros
activistas y académicos progre, mientras las hordas extremistas blanden la
cimitarra para cortarles el cogote. Suerte que algunos han tomado la iniciativa
para el chascarrillo, y proponen agregar una franja blanca que represente a la
raza ídem. Pieles roja y amarillos ya están.
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