miércoles, 27 de marzo de 2019

APUNTES SOBRE FEMINISMO Nª 6


TRES CORRIENTES                          Daniel Heide         Marzo de 2019.
Como hemos visto en estos años, lo que hizo el conjunto de movimientos feministas fue separar el concepto de sexo (biológico, genético, anatómico, etc), del concepto de género (roles, actitudes, performances, conductas asignadas, construidas, culturales, etc) y esa separación conceptual entre sexo y género, como herramienta metodológica,  le facilitó el combate contra el patriarcado y sus costumbres impuestas durante miles de años.
El feminismo lésbico fue el primer movimiento que planteó la orientación sexual como una elección personal,  intentó desnaturalizar la heterosexualidad y la calificó como una institución, un producto del patriarcado, el colonialismo y el capitalismo. El feminismo lésbico es una forma de resistencia a las instituciones hechas por los hombres, y una de sus estrategias es la  provisoriedad inestable, entrar y salir de distintos roles, ya que la heterosexualidad obligatoria, impuesta por el patriarcado, genera universalizaciones y procesos ineluctables  y produce mujeres obedientes a valores heteronormativos. El feminismo lésbico da pie al surgimiento de la teoría queer que  domina varios ámbitos LGBTI.
                La teoría “queer”, es aquélla que lleva al extremo la distinción entre sexo y género, afirmando que géneros, identidades y orientaciones sexuales son construcciones culturales y sociales,  por lo tanto no esenciales,  ni  están determinadas por la biología ni la naturaleza. Varón, mujer, heterosexual y homosexual no son categorías universales o fijas, están sujetas a la cultura patriarcal heteronormativa. La teoría queer invita al individuo a salir del corsé hombre-mujer y expresarse del modo que siente o se percibe. Lo femenino y masculino son roles, performances, que se pueden intercambiar o parodiar.  La principal teórica de lo queer fue Judith Butler, que en 1990 publicó un libro decisivo: El Género en Disputa. El antecedente ilustre: Simone de Beauvoir: “mujer no se nace, sino se hace, se convierte en”.
Varios movimientos feministas y sus versiones más radicales queer siguen fieles a las posturas de los famosos filósofos franceses que tuvieron su momento de gloria a partir del Mayo francés del 68:  Derrida con la deconstrucción que identifica y desmantela actitudes clasistas, racistas o machistas de cualquier  discurso, Foucault con su teoría de la sexualidad determinada socialmente por situaciones de poder, Lyotard con su denuncia de los grandes relatos emancipadores (cristianismo, ilustración, capitalismo, socialismo) y Lacan con la distinción entre identidad sexual y la determinante biológica.
A la luz de este pensamiento postestructuralista, donde no hay verdades universales, identidades, relaciones permanentes ,  donde nada es natural y todo es construido socialmente, el movimiento queer tomó para sí este concepto de inestabilidad para negar el  binomio femenino-masculino e implantar en cambio la noción de un continuum sin cortes, con treinta o más géneros posibles entre ambos. El colectivo local EFD, Encuentro de Mujeres Desorganizadas, declara que “somos mujeres en permanente deconstrucción que no se constituyen a partir de ninguna identidad o esencia predeterminada”. Se reúnen en largas asambleas, sin dirigentes, toman las decisiones por consenso, temen que las votaciones democráticas formales de la mitad más uno susciten situaciones autoritarias.
Los  actuales movimientos feministas también reflejan las escaramuzas ideológicas que se dan en la sociedad general y en el mundo globalizado.  Aparte del movimiento queer hay un colectivo que predica la emancipación del género a través de la democracia participativa y la solidaridad social (léase socialista) y un feminismo liberal (léase capitalista), donde se lucha por la promoción personal de las mujeres, la meritocracia, el lobby, la salida del ropero, las cuotas de acción afirmativa, la presencia de mujeres en cargos ejecutivos, la rotura del techo de cristal, el empoderamiento, el reformismo.  
La corriente socialista  y la corriente queer reprochan a las feministas liberales el descuido por la lucha de clases, el racismo, el colonialismo, los problemas del pan y manteca. La corriente liberal reprocha a la corriente socialista  el descuido de la violencia doméstica, el acoso sexual, la violación de los nuevos derechos LGBTI, y le reprocha al feminismo queer  que  se ensimisme en forzar  hasta los extremos las categorías de género, en separar totalmente naturaleza y cultura, en apartarse del sistema capitalista sin proponer una alternativa razonable para el problema del pan y manteca, y en querer construir  un mundo  sin sexos ni géneros donde se acunarían, como en toda utopía, las semillas del autoritarismo.
Por ahora, fieles a sus sororidades  descontraídas, los tres feminismos  confluyen cada 8 de marzo en marchas imponentes sin necesidad de mostrar identidades comunes.