sábado, 26 de agosto de 2017

EL CANON REVISITADO



En las primeras décadas del siglo XX surgió en Europa la primera ola de arte abstracto, que provocó más tarde la ira de de Hitler y Stalin, quienes no vacilaron en calificarlo de arte degenerado o disolvente, y finalmente prohibirlo. 

                   Kandinsky                                                        Mondrian                               Malevich
Los dictadores prefirieron promover el realismo kistch y demagógico que exalta el patriotismo nacionalista y las virtudes del pueblo:  arte nazi y el realismo socialista.

        Deineka 1944                                        Grecov 1934                                 Adolf Wissel 1938      
Hacia 1950, después de la guerra, explotó en Europa y Estados Unidos un nuevo desarrollo de la abstracción, que arrasó con lenguajes anteriores y se expandió en todo el mundo hasta que se vació de significado.

              Barnett Newman    1948                                   Pollock   1949                  Clifford Still 1948
En la posmodernidad se pusieron en duda los discursos únicos, el canon occidental teñido de clasismo, racismo y sexismo,  y se puso en valor el arte femenino, el arte negro y el arte de las periferias, que se debían evaluar con otros códigos.

        Mickalene Thomas 2008                                Kehinde Wiley 2005         Barkley Hendricks 1978

En este siglo XXI aparecieron varios pintores negros norteamericanos haciendo cuadros abstractos, parecidos a los de 1950, pero acompañados de un fuerte discurso de compromiso político. 

Tariku Shiferaw 2017                                                Adam Pendleton 2016                                          Tomashi Jackson  

Al principio fueron calificados de traidores. "Anda a exponer eso con los blanquitos" les decían,  pero con el apoyo de curadores, textos explicativos y acceso a museos,  lograron aceptación en galerías importantes. 
"Tiene que haber literatura, eso es casi más importante que el mercado", dice Miachel Chisolm, historiador de arte, refiriéndose a esta camada de artistas.  "Los coleccionistas siguen la literatura muy de cerca y son influidos por la crítica, y eso ayuda a construir mercado".

Daniel Heide, agosto 2017

Para leer la discusión norteamericana en inglés, ver 

How to Embed a Shout: A New Generation of Black Artists Contends with Abstraction. Revista on line Hiperallergic























jueves, 24 de agosto de 2017

VENTANA AL GANGES

                  (publicado en SobreTodo en 1990 aprox)

Estábamos viviendo en un cuartito de un segundo piso sobre las orillas del Ganges en la ciudad de Benares, capital religiosa de la India. El margen izquierdo del río es una vasta llanura que se inunda en épocas de lluvia y el margen derecho que ocupa la ciudad viene a ser del tamaño de Pocitos, sólo que en lugar de apartamentos de Sichero y Pintos Risso, está lleno de templos hindúes, budistas y musulmanes, algunos con techos de oro y minaretes, desde donde recitan por altoparlantes pasajes del Corán desde las cinco de la mañana.
Las callejuelas de atrás, lo que vendría a ser Benito Blanco o Chucarro, están atestadas de gente, triciclos, carros de caballos, camellos, vacas sueltas y autos rusos de 1960 que luchan por trasladarse de un lado a otro entre gritos y bocinazos.
Las  callejuelas perpendiculares al río desembocan en escalinatas de granito y mármol que se meten en el agua. En esas escalinatas que se han divulgado muchísimo en todas las documentales, hay gente de todas partes de la India, bañándose, lavando su ropa, rezando, haciendo yoga, cortándose el pelo, o simplemente mirando el “Ganga” como cariñosamente se le llama al río sagrado.
Nuestra escalinata era bastante tranquila, y todos los días bajábamos con Pepe Luis, mi hijastro, a bañarnos y a lavar nuestra ropa, o sea una túnica blanca de algodón que me había confeccionado Sharon, una canadiense fabulosa que hoy es la madre de nuestros nietos. La ropa se enjabona bien, se friega y luego se enjuaga golpeándola con el puño contra los escalones de granito hasta que toda la tierra acumulada del día anterior salta para afuera y queda impecablemente blanca.
La zona de baños propiamente dicha está dividida por un alambrado: mujeres de un lado y hombres del otro. Los hombres nos bañábamos con un taparrabo como de Tarzán; las mujeres se enjabonan sin sacarse el sari que mojado deja transparentar bastante. Yo las vichaba de reojo, pero todo el ambiente era tan religioso y natural, que me sentí medio pecador y al segundo día ni caso que les hice.
 A cuatro cuadras de nuestra casa  estaba la escalera principal donde la gente quema a sus familiares fallecidos. Frente a la hoguera las familias hacen cola para esperar su turno, y según la tradición el fuego está encendido desde hace dos mil años sin apagarse jamás. A veces el olor a carne quemada llegaba a nuestro cuarto para recordarnos la presencia de la muerte, para nosotros tan traumante y para los hindúes un episodio más en la lenta rueda de la reencarnación. Tienen un Dios creador, Brahma, que cada vez que abre los ojos crea un universo y cada vez que los cierra, lo destruye; el Big Bang de Carl Sagan repetido mil veces hacia el pasado y hacia el futuro.
Como no hay mucho que hacer en una capital religiosa, ese sentido del tiempo dilatado se fue apoderando de nosotros y nos pasábamos mirando el río. Muy de cuando en cuando pasaba un cadáver flotando aguas abajo, presumiblemente de un santo, ya que los santos no se incineran porque su cuerpo es puro.
Al mediodía nos pegábamos una zambullida, nadábamos un rato, recogíamos la ropa seca y partíamos lentamente hasta el restorán de Ram, un lugareño suave y bondadoso. Tenía un ayudante que se pasaba fumando hashish, lo cual conspiraba contra su eficiencia y celeridad. Recogía los pedidos y Ram se ponía recién a hervir las papas, el arroz, el brócoli, etc., así que nos daba tiempo para charlar de los dioses y sus avatares como hasta las cuatro.
Total que un día decidimos romper la monotonía, alquilar un bote y cruzar a la orilla de enfrente que se prestaba para jugar a la pelota.
La Chola hizo unos sándwiches de lechuga y tomate y Sharon ensalada de frutas con yogurt y atravesamos el río. Armamos las sombrillas, hicimos dos arcos con las zapatillas y me enfrasqué con Pepe Luís en un partido de fútbol, mientras las mujeres platicaban de asuntos varios.
Iba perdiendo seis goles contra tres, cuando el cadáver de un santo que venía flotando decúbito dorsal por el Ganges, se enganchó en unas ramas, justito enfrente a nuestro picnic. Cada vez que iba a recoger la pelota a la orilla me enfrentaba al muertito que me miraba desde la cuenca vacía de sus ojos. La vida debe continuar, pensé, y le metí un golazo a Pepe Luís en el ángulo inferior izquierdo que compensó mi derrota final, seis a cuatro.
Nos dimos una zambullida, comimos y volvimos a Benares ya muy entrada la tarde, cuando el sol pegaba de frente en las fachadas de los templos milenarios.







martes, 22 de agosto de 2017

ARISMENDI Y LAS MASAS

Apuntes autobiográficos
ARISMENDI Y LAS MASAS
Recuerdo otra reunión chica en casa de familia con Arismendi, a mediados de los sesenta,  donde el líder del PC explicó que  teníamos que acumular fuerzas, conseguir la adhesión de mucha gente, en lo posible toda la clase media, agrandar el Partido, agrandar la izquierda, fortalecer los sindicatos, juntar todas las masas democráticas en un gran frente popular. La reforma agraria, la nacionalización de la banca y del comercio exterior eran algunas de las banderas que podían unir la clase obrera con la clase media, los pequeños comerciantes y pequeños productores rurales. Las libertades democráticas del Uruguay eran el marco ideal para acumular fuerzas. No se debía ni podía pensar en una revolución socialista sin haber juntado la voluntad o el consentimiento de la mayor parte de la población. En algún momento, la crisis del capitalismo sería inevitable y las contradicciones del sistema estallarían y el régimen burgués mostraría su verdadera cara represiva, pero encontraría a las masas preparadas para combatir a la derecha y encauzar la revolución. Otros grupos, más radicales, como tupamaros y anarquistas, también me invitaban a sus reuniones. Ellos pregonaban el foquismo. Un grupo chico, armado y bien dispuesto, en nombre de los intereses populares, podía acelerar las contradicciones del sistema, obligar a la burguesía a sacarse la careta democrática y reprimir la rebelión. En el fragor de la lucha, las masas descubrirían la verdad y se sumarían al movimiento revolucionario. La tesis tupamara también interpretaba la historia como un engranaje, un progreso mecánico sin retroceso y en una sola dirección: el socialismo. En algún momento parecía que Arismendi iba a denunciar a los tupamaros como provocadores que ponían en peligro la trabajosa acumulación de fuerzas lograda durante tantos años, pero no se animó, y decidió acompañar el foquismo tupamaro, la aventura suicida del Che, etc, con los resultados conocidos.


martes, 15 de agosto de 2017

OPEN CASKET

Hace unos días me embarqué en una conversación interesante con dos pesos pesados de la crítica de arte uruguaya, en torno a un cuadro que se expuso hace poco en la Bienal Whitney, que fue recepcionado como muy doloroso y ofensivo por la comunidad de artistas negros. El cuadro es “Open Casket” (ataúd abierto), pintado por Diana Shutz, blanca, y representa el retrato de un niño de 14 años, Emmett Till,  con la cara destrozada,  asesinado brutalmente por dos suprematistas blancos de Mississippi en 1955.  Una artista negra, Hannah Black, le pidió por escrito al museo que quitara y destruyera el cuadro, ya que una artista blanca no debe ni es capaz de representar o comerciar con el dolor de la comunidad negra. Cindy Sherman, Marina Abramovic  y otras artistas famosas defendieron la permanencia del cuadro. En el actual clima de enfrentamientos radicalizados que vive los Estados Unidos bajo la Presidencia de Trump,  la crítica de arte Roberta Smith en Art & Design descartó  la censura y sugirió una solución interesante: que el museo debía mantener la polémica obra, pero acompañarla con textos y programas de debate alusivos al significado del cuadro.

LA ESTATUA DE ROBERT LEE

Para eliminar un monumento histórico porque hoy en día es ofensivo para una comunidad, lo mejor es discutir y decidir por mayorías especiales en los órganos legislativos municipales o nacionales. Si el monumento se queda, lo más sensato es poner chapas explicativas y organizar programas de debate sobre el contexto y la época. Robert Lee fue el General  de los Ejércitos Confederados del Sur que se opusieron a la abolición de la esclavitud en la guerra de 1861- 1865, guerra que produjo tres cuartos de millón de norteamericanos muertos. Personaje siniestro que representa lo peor de la historia de los Estados Unidos, es  odiado por la comunidad negra descendiente de la esclavitud, y considerado un héroe por los ultranacionalistas o suprematistas blancos, el Ku Kux Klan y los partidos Neonazis. El movimiento revisionista de lo Políticamente Correcto, la izquierda posmarxista hegemónica en las universidades, y decenas de grupos activistas que se definen como anticapitalistas, se han organizado para resistir a Donald Trump, cuya presidencia no reconocen, y además combatir el racismo blanco, el patriarcado y la heteronormatividad en un solo paquete, incluyendo a los Republicanos que rodean a Trump.  Además se han sumado grupos de choque antifascistas, violentos, de extrema izquierda conocidos como “Antifa” dispuestos a interrumpir actos, conferencias, exhibiciones donde figuren personajes de la  derecha racista.  En la agenda de este gran movimiento civil  figura la lucha por derribar o cambiar de nombre a todos los monumentos del patrimonio histórico que representen a los confederados, incluyendo plazas, parques, avenidas, banderas, universidades, museos, escuelas y obras de arte. La resolución del Consejo de la ciudad de Charlotteville de quitar la estatua del general Lee era la señal que estaban esperando los grupos de extrema derecha para agruparse y salir a defender el monumento con garrotes, cascos y el imprevisible auto que atropelló  a los contramanifestantes.  Toda esta información está en Google para el que tiene paciencia y  libertad intelectual.  Todo indica que en Estados Unidos la mesa está servida para un enfrentamiento racial generalizado, parecido al de los años sesenta o peor.  

viernes, 11 de agosto de 2017

LOS MOVIMIENTOS SOCIALES Y EL EXTREMISMO

      11/08/17
 “Cada ser humano  que  está involucrado con la memoria de su país y de su pasado tiene un indio dentro, tiene a todo el Continente” célebre frase de Silvia Rivera Cusicanqui en una entrevista reciente de La Jornada de Mexico”. No es cuestión de piel ni de poncho, agregó.
En la década del 90, en Latinoamérica, nosotros (¿la gente sensible?) nos identificamos con los indígenas diezmados durante la Conquista y actuamos como sus agentes y nos identificamos de tal manera con ellos que fuimos capaces de decir:  “cuando nos invadieron los españoles” , aunque en realidad éramos blancos de ojos azules o bisnietos de inmigrantes españoles y quizás no tuviéramos ni una gota de sangre mestiza.
Desde la década del 60 nos identificamos con el negro segregado norteamericano  y sudafricano y actuamos como sus agentes de tal manera, que nos sumamos a las grandes movilizaciones de Martin Luther King, las Panteras Negras y Nelson Mandela  por los Derechos Civiles, y quizás no teníamos ni una gota de sangre negra y seguramente éramos incapaces de comprender la profundidad del dolor de saberse descendientes de esclavos.
Antes de la caída del Muro, nos identificamos con la clase obrera hasta tal punto que marchamos juntos bajo la famosa consigna de obreros y estudiantes unidos y adelante, quizás sin haber empuñado jamás una guadaña o un martillo ni haber vivido en los suburbios proletarios.
Nos identificamos en este siglo con las minorías homosexuales que sufrieron durante décadas la discriminación y el abuso quizás sin haber dudado nunca de nuestra propia identidad sexual.
Pero si los movimientos indígenas, afroamericanos, obreros y homosexuales, copados actualmente por la izquierda extremista, nos acusan de ser capitalistas, blancos, racistas, homófobos, colonialistas y responsables de todos sus males, y no tenemos derecho a hablar en su nombre ni exponer obras de arte alusivas a sus causas porque no podemos comprender su dolor, entonces nos tendremos que bajar de esos movimientos, sumarnos a esta suicida política de identidades, y dedicarnos cada quién a lo suyo. O si no, denunciar como siempre a los nuevos talibanes, de izquierda y derecha.

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miércoles, 2 de agosto de 2017

ARISMENDI Y EL TREN

Cuando yo era joven y estudiaba arquitectura a principios de la década del sesenta, mi amigo Silvita me llevó un par de veces a pequeñas reuniones familiares con Rodney Arismendi, secretario general del Partido Comunista. Recuerdo en esas reuniones algunos camaradas muy preparados e inteligentes (Braselli, Gutiérrez, Capelán, Massera, etc)
Él nos explicaba que la historia era como un tren que marchaba hacia adelante, impulsado por leyes inexorables,  propias del determinismo histórico y el materialismo dialéctico. Nuestro papel como militantes era solamente oficiar de parteros para ayudar al alumbramiento de una nueva sociedad, más igualitaria y más justa: la sociedad comunista. La locomotora era el Partido, conduciendo, y detrás venían los vagones, la clase obrera organizada, el pueblo. Más atrás  la clase media, siempre vacilante, nos acompañaría hasta cierto punto y después quizás se desengancharía.  
Aquel paradigma de la historia, visto por Arismendi como un tren, era propia del mecanicismo del siglo XIX y la física de Newton, pero a mediados del siglo XX todavía tenía un inmenso atractivo: sabíamos que la burguesía iba a caer como la famosa manzana, en el regazo de la clase obrera, y esa certeza era lo que nos daba fuerzas para la militancia.
A la salida de esas reuniones nos íbamos a un café a conversar del asunto con otra gente.  Mario Wschebor, por ejemplo, uno de los tipos más inteligentes que conocí en esa época, decía  que si la dialéctica era el mecanismo que gobierna la historia, y un régimen va volteando al anterior para dar nacimiento a otro, y así sucesivamente, por qué cuando llega el comunismo la dialéctica se detiene. Dejate de joder y afíliate de una vez, me decía Silvita, acompañame a los barrios para ver qué precisa esa gente y se te va tanta pavada. Nunca logró que me afiliara al Partido, pobre Silvita.