Hace unos días me embarqué en una conversación interesante
con dos pesos pesados de la crítica de arte uruguaya, en torno a un cuadro que
se expuso hace poco en la Bienal Whitney, que fue recepcionado como muy
doloroso y ofensivo por la comunidad de artistas negros. El cuadro es “Open
Casket” (ataúd abierto), pintado por Diana Shutz, blanca, y representa el
retrato de un niño de 14 años, Emmett Till, con la cara destrozada, asesinado brutalmente por dos suprematistas
blancos de Mississippi en 1955. Una
artista negra, Hannah Black, le pidió por escrito al museo que quitara y
destruyera el cuadro, ya que una artista blanca no debe ni es capaz de
representar o comerciar con el dolor de la comunidad negra. Cindy Sherman,
Marina Abramovic y otras artistas
famosas defendieron la permanencia del cuadro. En el actual clima de
enfrentamientos radicalizados que vive los Estados Unidos bajo la Presidencia
de Trump, la crítica de arte Roberta
Smith en Art & Design descartó la
censura y sugirió una solución interesante: que el museo debía mantener la
polémica obra, pero acompañarla con textos y programas de debate alusivos al significado
del cuadro.
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