martes, 22 de febrero de 2022

EL PIQUETE

 

                                                                                        22 de febrero de 2022.

Llama la atención la extraordinaria virulencia con que el PIT-CNT salió a combatir la LUC. Los cinco o seis artículos que están en todas las polémicas no parecen tan de vida o muerte como para tanta agresividad. Aunque hay uno que sí, pero no lo dicen: es el que reafirma el derecho de huelga, pero prohíbe las ocupaciones y los piquetes, defendiendo así el “derecho al trabajo” de los que se oponen a la huelga.

El tema tiene que ver con la manera más o menos democrática con que los gremios deciden ir a una huelga. Por ejemplo, en caso de conflicto, los dirigentes, electos en general mediante elecciones libres y voto secreto, convocan a una asamblea para definir medidas de lucha. Como en un primer llamado suele no juntarse el 50 % de los miembros, se convoca a una segunda asamblea que puede decidir con el voto de los presentes, y votar a mano alzada. El grueso de los trabajadores aprecia la militancia honoraria y tenaz de los dirigentes. Aunque, no asista a la asamblea, sabe que van a conseguir un aumento salarial o una mejora en las condiciones de trabajo; además es muy difícil, en un clima apasionado, votar a mano alzada en contra de una medida de lucha.

Al día siguiente de votada la huelga, los dirigentes organizan un piquete de compañeros para impedir que entren a trabajar los que votaron en contra, los que no fueron a la asamblea, los “carneros”, que se van a beneficiar de las conquistas de los huelguistas, pero no corren el riesgo de ser echados, ni verán sus salarios descontados por los días de paro. El objetivo de los piquetes y las ocupaciones es asegurarse de que la resolución de la asamblea sea respetada por todos los empleados del establecimiento, incluyendo la minoría que perdió la elección de los dirigentes, y la masa que no está agremiada, o que nunca fue a una asamblea o no cree en la política o en los sindicatos. Si entra a trabajar toda esa gente, ¿para qué se hizo la asamblea? se pregunta el esforzado militante.

 El Gobierno, la Coalición, mediante este artículo de la LUC, al apoyar el derecho al trabajo de los no huelguistas, está tratando de defender a los empresarios, al malla-oro, a las fuentes de trabajo, a los emprendedores, a los nuevos inversionistas, porque cree que la iniciativa privada y el mercado, son la llave del desarrollo y el bienestar general.

La oposición (la Central Sindical y el Frente Amplio), con este artículo de la LUC pierde una herramienta de presión fundamental para impedir que los no huelguistas entren a trabajar. En la eterna lucha entre el capital y el trabajo apuestan siempre por el asalariado, el eslabón más débil, porque creen que la propiedad colectiva de las empresas, y el Estado, son la clave del desarrollo y el bienestar general.

En un mundo utópico feliz, o del revés, la central sindical podría aceptar que las huelgas y paros importantes se aprobaran siempre por mayorías absolutas y voto secreto, y en ese caso las cámaras empresariales podrían aceptar que las minorías respetaran las decisiones mayoritarias,  y no entraran a trabajar o romper una huelga.

jueves, 10 de febrero de 2022

LA NUEVA CLASE




LA NUEVA CLASE                                                         Febrero de 2022

La primera vez que asistí a una asamblea del Centro de Estudiantes de Arquitectura, se discutía si nos íbamos a sumar,  por solidaridad, a una huelga general que organizaba un importante sindicato obrero. Como todo novato ingenuo y atrevido, levanté la mano y propuse  que primero teníamos que discutir  si los motivos de la huelga eran justos o no. Un extremista, o radical de la época me retó severamente diciendo que la clase obrera siempre tenía razón. Es que a fines de los cincuenta todavía pesaba el relato creado por el Manifiesto Comunista  de que la clase obrera era el héroe mitológico que nos iba a  salvar a todos de la  explotación por los siglos de los siglos, amén,  "porque no tenía nada que perder".

Pero desde que el proletariado europeo, que cien años después del Manifiesto había mejorado su condición social, y no acompañó las divinas locuras de la imaginación al poder de Mayo del 68,  los universitarios extremistas y radicales  han ido abandonando poco a poco a la clase obrera, mayoritariamente blanca, masculina  y aburguesada, y la han sustituido por nuevos héroes mitológicos que salvarán a la humanidad porque también  y siempre tendrán  la razón: mujeres, LGBTI, afrodescendientes y "pueblos originarios".   

El nuevo enemigo no es el patrón empresario, dueño de las fábricas de acero, sino el varón blanco patriarcal, violador y racista. La nueva izquierda radical copó y se apoderó de la formidable revolución feminista y le imprimió su sesgo fundamentalista, la llamada ideología de género: cualquier cosa que diga una mujer es esencialmente cierta y si dice que fue violada o abusada o acosada, el o los hombres involucrados serán expulsados de sus trabajos o procesados y condenados a prisión sin juicio previo, sin pasar por las garantías del derecho  que en Occidente llevó dos mil años construir.  

Así como los comunistas fundamentalistas sostenían que el estado de derecho republicano y democrático no servía para nada y debía ser destruido en la dictadura del proletariado, porque era un estado al servicio de la burguesía, hoy en día las mujeres feministas fundamentalistas sostienen que el estado de derecho vigente debe ser ignorado o destruido porque fue creado por y está al servicio de, el hombre patriarcal y machista. Se repite la historia. También se repite en el movimiento antirracista. Cualquier cosa que diga o haga un afrodescendiente o un mapuche o cualquier otro indígena debe ser cierto, verdadero o justo, porque fue víctima del capitalismo patriarcal y racista durante 500 años, etc.

Por supuesto que de todo este fundamentalismo de izquierda se aprovecha la extrema derecha, y aparecen líderes populistas de todo calibre y color, que explotan a su favor el hartazgo de las mayorías silenciosas  por las elites de lo políticamente correcto y sus tendencias autoritarias.