Soy muy escéptico en torno a las predicciones apocalípticas,
revolucionarias o emancipatorias que se hacen
cuando atravesamos grandes convulsiones como esta pandemia: el mundo es muy inerte
y pesado, y los grandes cambios sociales ocurren muy lentamente y al influjo de
numerosas acciones infinitesimales. Pero la muerte horrorosa y filmada de George
Floyd en plena era Trump produjo un desgarramiento tan fuerte en la comunidad
afrodescendiente, de los Estados Unidos, que creo tendrá consecuencias duraderas
e irreversibles. Hace dos o tres días vi en CNN un pequeño documental donde
varios jóvenes afro hablan sin tapujos sobre lo que sienten por su condición
racial: el miedo permanente a caminar por la calle, el dolor constante de ser
mirados o recibidos con sospecha o
desprecio o temor, el tener que contestar infinitas veces amables preguntas
sobre su relación con la raza blanca, el
empeño redoblado que tienen que poner en una entrevista de empleo para
demostrar la misma capacidad o inteligencia que un blanco. El documental me
hizo acordar a las confesiones del miedo que sienten las mujeres ante la
violencia doméstica, el acoso callejero o laboral. y cómo el movimiento
feminista logró introducir en todos los ámbitos la perspectiva de género, para poder desenmascarar los abusos del
patriarcado dominante. Pienso que vamos a ver algo parecido en temas raciales. Algo
así como una perspectiva racial que
sirva para desenmascarar las incontables barreras de discriminación que están
ocultas en las instituciones. Comienza sin duda en los Estados Unidos, que a
pesar de Trump todavía tiene enormes reservas de renovación y cambio, y también
desembocará en Uruguay, donde ni siquiera se reconoce que tenemos un problema.