Querido Luis, es una lástima este
asunto de los tests, que las mutualistas y hospitales anden medio lentos en
ordenarlos cuando sobra en estos días capacidad instalada. Mucha burocracia,
parece. Por lo que entendí, cada test debe ser autorizado por el médico y el
paciente, después por el director técnico
de la institución, después por Salud Pública, después meterle el
hisopito en la nariz al candidato, en su casa o en algún lugar alejado, después
llevar el tubito al laboratorio, estudiarlo, recibir el resultado por mail,
resolver qué se hace con el tipo, etc.
Pero además, vos sabés bien que la principal función de los directores de
las mutualistas es juntar plata para hacer sanatorios con habitaciones privadas
que es lo que quiere la gente con plata. Esos directores son los que le dicen a
los médicos que las consultas no deben durar más de 14 minutos o algo así. Si Salinas
obliga a las mutualistas a hacer tests
sin que Azucena les pague todo, éstas van arrastrar las patas, decirle a los
médicos que no se apuren. Cuando el tema apareció en la luz pública, salieron
con el famoso “protocolo”, que nadie sabe bien lo que es. Tenés que decirle a
tus ministros que eviten usar la frase “estamos trabajando” en un nuevo
protocolo: quiere decir que no hicieron nada y nos recuerda 15 años de
pretextos y boludeces. En fin Luis que empezaste
muy bien los primeros 20 días, y debieras ponerte las pilas en este tema
(genial estuviste en invitar al Sindicato Médico a la reunión grande),
contarnos como siempre toda la verdad y empezar a hacer tests a lo bobo. Para
empezar, testear a todos los empleados de la salud, incluyendo a los cuidadores
de hogares de ancianos, cárceles, etc. Allí ya tenés varios miles, y tema para toda
una semana de desayunos informales. Saludos, Dani.
martes, 7 de abril de 2020
lunes, 6 de abril de 2020
SILVITA Y EL EFECTO CUARENTENA
SILVITA Y EL EFECTO CUARENTENA
Juan Silva, rubio, bajito, de pelo crespo, alias Silvita, un
poco más joven que yo pero se recibió después, me llamó el fin de semana para
preguntarme cómo me iba de cuarentena y le dije: contentísimo, mi grupo etario
de ochenta y más es el que tiene menos contagiados ¡pelotudo! Le dije que mi
vida no era muy diferente a mi vida anterior, radio, tele, compu, celu, mate en
el balcón a mirar las chiquilinas y tá. Pero a él no lo encontré como siempre,
lo encontré irritable y enojado. Dice que se entusiasmó con los primeros veinte
días del gobierno pero ahora tiene la impresión de que se ven medio boludos los
milicos persiguiendo en helicóptero a gente que parece feliz, los que van un
rato a la playa, los que caminan por la rambla, los que hacen picnic en el
pastito o van a patinar o hacer un asadito por ahí. Dice Silvita que los milicos, (que
aparentemente son todos de Casavalle), por tener que laburar horas extra le tienen
bronca a los chetos de la costa. Al fin y al cabo éstos, con sus viajes por
Europa son los que trajeron el virus; todos los infectados son como de
Carrasco, Pocitos y Punta Gorda, se contagian en grandes fiestas de casamiento,
y se internan en el Británico con los millonetas del crucero australiano. Dice
Silvita: ¿te acordás cuando el Mides de la Arismendi le dio plata a los pobres
de los cantegriles y salieron todos a comprarse celulares y los fachos los
criticaron y Vázquez tuvo que salir a defenderlos? Bueno, las vueltas de la
vida: parece que este muchacho Bartold con cara de nerd del Opus, que al
principio me gustó porque dijo que iba a mudar la oficina del Mides a
Casavalle, le va a regalar a todos los pobres un I-phone con APPS para que
compren las canastas de $1200 en el almacén del barrio. Entendiste mal Silvita, le dije. Van a tener
que usar el que les dio la Arismendi, o por lo menos uno no tan viejo, pero que
valga menos de $1200, entendiste? Se quedó cavilando, se ve que el encierro no
le hace bien, pobre Silvita.
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