martes, 7 de abril de 2020

CARTA A LUIS



Querido Luis, es una lástima este asunto de los tests, que las mutualistas y hospitales anden medio lentos en ordenarlos cuando sobra en estos días capacidad instalada. Mucha burocracia, parece. Por lo que entendí, cada test debe ser autorizado por el médico y el paciente, después por el director técnico  de la institución, después por Salud Pública, después meterle el hisopito en la nariz al candidato, en su casa o en algún lugar alejado, después llevar el tubito al laboratorio, estudiarlo, recibir el resultado por mail, resolver qué se hace con el tipo, etc.  Pero además, vos sabés bien que la principal función de los directores de las mutualistas es juntar plata para hacer sanatorios con habitaciones privadas que es lo que quiere la gente con plata. Esos directores son los que le dicen a los médicos que las consultas no deben durar más de 14 minutos o algo así. Si Salinas obliga a las mutualistas  a hacer tests sin que Azucena les pague todo, éstas van arrastrar las patas, decirle a los médicos que no se apuren. Cuando el tema apareció en la luz pública, salieron con el famoso “protocolo”, que nadie sabe bien lo que es. Tenés que decirle a tus ministros que eviten usar la frase “estamos trabajando” en un nuevo protocolo: quiere decir que no hicieron nada y nos recuerda 15 años de pretextos y boludeces.  En fin Luis que empezaste muy bien los primeros 20 días, y debieras ponerte las pilas en este tema (genial estuviste en invitar al Sindicato Médico a la reunión grande), contarnos como siempre toda la verdad y empezar a hacer tests a lo bobo. Para empezar, testear a todos los empleados de la salud, incluyendo a los cuidadores de hogares de ancianos, cárceles, etc. Allí ya tenés varios miles, y tema para toda una semana de desayunos informales. Saludos, Dani. 

lunes, 6 de abril de 2020

SILVITA Y EL EFECTO CUARENTENA


SILVITA Y EL EFECTO CUARENTENA                            
Juan Silva, rubio, bajito, de pelo crespo, alias Silvita, un poco más joven que yo pero se recibió después, me llamó el fin de semana para preguntarme cómo me iba de cuarentena y le dije: contentísimo, mi grupo etario de ochenta y más es el que tiene menos contagiados ¡pelotudo! Le dije que mi vida no era muy diferente a mi vida anterior, radio, tele, compu, celu, mate en el balcón a mirar las chiquilinas y tá. Pero a él no lo encontré como siempre, lo encontré irritable y enojado. Dice que se entusiasmó con los primeros veinte días del gobierno pero ahora tiene la impresión de que se ven medio boludos los milicos persiguiendo en helicóptero a gente que parece feliz, los que van un rato a la playa, los que caminan por la rambla, los que hacen picnic en el pastito o van a patinar o hacer un asadito por ahí.  Dice Silvita que los milicos, (que aparentemente son todos de Casavalle), por tener que laburar horas extra le tienen bronca a los chetos de la costa. Al fin y al cabo éstos, con sus viajes por Europa son los que trajeron el virus; todos los infectados son como de Carrasco, Pocitos y Punta Gorda, se contagian en grandes fiestas de casamiento, y se internan en el Británico con los millonetas del crucero australiano. Dice Silvita: ¿te acordás cuando el Mides de la Arismendi le dio plata a los pobres de los cantegriles y salieron todos a comprarse celulares y los fachos los criticaron y Vázquez tuvo que salir a defenderlos? Bueno, las vueltas de la vida: parece que este muchacho Bartold con cara de nerd del Opus, que al principio me gustó porque dijo que iba a mudar la oficina del Mides a Casavalle, le va a regalar a todos los pobres un I-phone con APPS para que compren las canastas de $1200 en el almacén del barrio.  Entendiste mal Silvita, le dije. Van a tener que usar el que les dio la Arismendi, o por lo menos uno no tan viejo, pero que valga menos de $1200, entendiste? Se quedó cavilando, se ve que el encierro no le hace bien, pobre Silvita.