jueves, 10 de septiembre de 2020

ELITE VERSUS PUEBLO

 

Interesantísimo lo que está pasando en Estados Unidos con respecto a Trump y sus chances de ganar o perder  las elecciones de noviembre. Bob Woodward, uno de los famosos periodistas del Washington Post  que ayudaron a derribar al presidente Nixon por el caso Watergate, acaba de publicar un libro de entrevistas grabadas a Trump entre febrero y julio de este año.  En el libro Trump admite haberle restado importancia al Covid19 durante los meses de marzo y abril, aun sabiendo que era un virus mortal, para que la población norteamericana no entrara en pánico. Con su frívola actitud, según los demócratas, la CNN, el New York Times, el Washington Post, etc, Trump sería el responsable de decenas de miles de muertes que se podrían haber evitado. En una entrevista realizada ayer en la CNN, el periodista le pregunta  a Woodward si ello no sería suficiente para que los votantes de Trump lo abandonaran en masa. Woodward reitera la tesis que ya es tendencia entre muchos autores, de que la tarea de Trump como líder populista fue azuzar el resentimiento y la humillación que siente una enorme minoría blanca que no pudo estudiar bachillerato (college) contra una élíte de profesionales, la meritocracia liberal,  con cultura, dinero y poder, que se ha enquistado en el gobierno y le hace los mandados al 1% de super ricos que dominan la sociedad,  todo más allá de izquierdas o derechas, o progresismo  y corrección política. Antes no era así, porque el sueño americano permitía que un chacarero o un obrero de cuello azul ascendieran en la escala social y pudieran vivir en una linda casita en los suburbios, pero ahora en la sociedad del conocimiento y la fuga de empresas a la China no lo hacen posible. La humillación y el resentimiento que  sienten los votantes de Trump contra la élite intelectual serían emociones tan poderosas que obnubilan cualquier juicio moral sobre la ordinariez de Trump, sus mentiras, su racismo, misoginía, narcisismo, paranoia, etc. El tema es interesantísimo y recién se empieza a desarrollar. Justamente en Le Monde Diplomatique de agosto hay un artículo  extenso  de Pierre Rimbert: Burguesía Intelectual, una elite hereditaria.  

También se encuentra en las redes “Disdain for the less educated is the last acceptable prejudice” de Michael Sandel, setiembre 2020.

lunes, 7 de septiembre de 2020

CHARRUWOOD



Hoy Silvita me llamó furioso porque a las siete de la mañana lo despertó un tipo que con un megáfono le gritaba  cosas a unos camarógrafos y a otros veinte tipos que parecían estar ahí sin hacer nada. Dice Silvita que era una de esas empresas publicitarias tontas que filman comerciales para otras empresas tontas y lo único que se les ocurre es venir a filmar delante del  Mercado del Puerto como si fuera una escenografía de Hollywood o la única en el Uruguay y no viviera allí un mundo de gente que trata de dormir en domingo un rato más.  Dice Silvita que   vienen con sus reflectores y sus estúpidos camiones, ponen una cinta amarilla y unos patovicas enormes no lo dejan pasar a su propia casa y ni siquiera lo invitan con unos sánguches que las chicas del catering  reparten entre los asistentes de producción a ojos vistas de todos los vulnerables del barrio que miran de afuera la ñata contra el vidrio, etc.  Dice Silvita que lo bueno que tenía la pandemia era que desde marzo lo dejaban tranquilo estas empresas de cine ,  siempre dirigidas por algún director  insoportablemente joven que se cree   Spilberg porque hizo un año de Comunicaciones en la UDELAR, empresas  agrandadas por un  gobierno que les da manija  diciéndoles  que son la industria sin chimeneas y el futuro del país.  Con razón los estudiantes de medicina vienen después a querer hacer sus fiestas inmundas, y lo peor es que después vienen otros emprendedores thirtysomething y ponen  unos coffee shops con unas insípidas tartas de zanahorias que llaman carrot cakes, y luego vienen otros jóvenes cancheros y de pelo largo  que ponen unos quioscos  de cerveza artesanal que andá a saber qué es  y atrás vienen pintores y saxofonistas todos tatuados  y como son la vanguardia atrás de ellos tendrían que venir los inversionistas con plata  de verdad y comprar y reciclar casas viejas tapiadas  con bloques donde viven algunos pastabaseros que saludan a Silvita y le dicen buen día vecino no le sobra alguna monedita. Entonces le dije a Silvita que si todo esto pasara la Ciudad Vieja se gentrificaría y nos subirían los alquileres y los inquilinos tendríamos que  mudarnos a Casavalle adonde Bartol va a poner la oficina del MIDES, pero los gobiernos son tan torpes que  no saben cómo estimular a los inversionistas para que levanten el barrio  y por suerte los coffee shops se van a ir con su ridícula carrot cake a otra parte y todo va a quedar como estaba antes de la pandemia, incluso hasta va a ser placentero soportar toda la noche los enormes parlantes  del Museo  del Carnaval pedófilo y todo eso. No sé si se quedó más tranquilo, pobre Silvita.



jueves, 3 de septiembre de 2020

ACTAS Y PACTOS


No debe haber dolor más espantoso para una madre que tener un hijo detenido y  desaparecido durante la Dictadura. No saber cómo murió; si sufrió horribles torturas antes de morir, si lo tiraron de un avión o si lloró solitario en la oscuridad de una celda. Aunque viví esa época, me resulta imposible sentir lo que sintieron esas madres estos cincuenta años. Ahora tienen 80 años o más, y van desapareciendo. También tienen 80 o más los generales que protagonizaron aquéllos crímenes, quizás puedan dormir sin tener pesadillas.


Ya todo está dicho y comprobado: los tupamaros se alzaron en armas para derribar la democracia burguesa. El Parlamento convocó a los militares para combatirlos, y en pocos meses de 1972 ganaron la guerra. Los derrotaron copiando los métodos de tortura de los franceses contra los argelinos. En febrero del 73 toda la izquierda acompañó los comunicados 4 y 7 de los militares presuntamente progresistas. En junio dieron el golpe de verdad los militares de derecha casi sin resistencia. Arrasaron con el Partido Comunista que no había usado sus armas, maltrataron a miles de militantes de izquierda, proscribieron a todos los líderes demócratas y se quedaron 12 años disfrutando del poder, por el poder en sí. Fracasaron en la gestión de gobierno,  perdieron un plebiscito y pactaron con los partidos políticos una salida decorosa: amnistía para los tupamaros y amnistía para los militares (ley de caducidad).


            Decir donde están los cuerpos de los desaparecidos es lo mismo que delatar quiénes eran los generales que estaban a cargo. Como verdad y justicia no se juntan muy bien, aquel pacto se mantiene hasta hoy.  Los militares guardan sus archivos bajo cuatro llaves, y Sanguinetti, Lacalle Herrera, Batlle, Vázquez y Mujica cumplen con su performance, negociando algunas condenas de los casos más flagrantes.
Todo este alboroto provocado por la inteligente entrega de las actas pone a los cinco ex presidentes en un mismo plano de igualdad, y  durará dos semanas, o hasta que  los periodistas perciban cierto aburrimiento. Mientras tanto, seguiremos  siendo una democracia tutelada suavemente por la corporación militar.