jueves, 3 de septiembre de 2020

ACTAS Y PACTOS


No debe haber dolor más espantoso para una madre que tener un hijo detenido y  desaparecido durante la Dictadura. No saber cómo murió; si sufrió horribles torturas antes de morir, si lo tiraron de un avión o si lloró solitario en la oscuridad de una celda. Aunque viví esa época, me resulta imposible sentir lo que sintieron esas madres estos cincuenta años. Ahora tienen 80 años o más, y van desapareciendo. También tienen 80 o más los generales que protagonizaron aquéllos crímenes, quizás puedan dormir sin tener pesadillas.


Ya todo está dicho y comprobado: los tupamaros se alzaron en armas para derribar la democracia burguesa. El Parlamento convocó a los militares para combatirlos, y en pocos meses de 1972 ganaron la guerra. Los derrotaron copiando los métodos de tortura de los franceses contra los argelinos. En febrero del 73 toda la izquierda acompañó los comunicados 4 y 7 de los militares presuntamente progresistas. En junio dieron el golpe de verdad los militares de derecha casi sin resistencia. Arrasaron con el Partido Comunista que no había usado sus armas, maltrataron a miles de militantes de izquierda, proscribieron a todos los líderes demócratas y se quedaron 12 años disfrutando del poder, por el poder en sí. Fracasaron en la gestión de gobierno,  perdieron un plebiscito y pactaron con los partidos políticos una salida decorosa: amnistía para los tupamaros y amnistía para los militares (ley de caducidad).


            Decir donde están los cuerpos de los desaparecidos es lo mismo que delatar quiénes eran los generales que estaban a cargo. Como verdad y justicia no se juntan muy bien, aquel pacto se mantiene hasta hoy.  Los militares guardan sus archivos bajo cuatro llaves, y Sanguinetti, Lacalle Herrera, Batlle, Vázquez y Mujica cumplen con su performance, negociando algunas condenas de los casos más flagrantes.
Todo este alboroto provocado por la inteligente entrega de las actas pone a los cinco ex presidentes en un mismo plano de igualdad, y  durará dos semanas, o hasta que  los periodistas perciban cierto aburrimiento. Mientras tanto, seguiremos  siendo una democracia tutelada suavemente por la corporación militar. 




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