No debe haber dolor más espantoso
para una madre que tener un hijo detenido y desaparecido durante la Dictadura. No saber
cómo murió; si sufrió horribles torturas antes de morir, si lo tiraron de un
avión o si lloró solitario en la oscuridad de una celda. Aunque viví esa época,
me resulta imposible sentir lo que sintieron esas madres estos cincuenta años.
Ahora tienen 80 años o más, y van desapareciendo. También tienen 80 o más los
generales que protagonizaron aquéllos crímenes, quizás puedan dormir sin tener
pesadillas.
Ya todo está dicho y comprobado:
los tupamaros se alzaron en armas para derribar la democracia burguesa. El
Parlamento convocó a los militares para combatirlos, y en pocos meses de 1972 ganaron
la guerra. Los derrotaron copiando los métodos de tortura de los franceses
contra los argelinos. En febrero del 73 toda la izquierda acompañó los
comunicados 4 y 7 de los militares presuntamente progresistas. En junio dieron
el golpe de verdad los militares de derecha casi sin resistencia. Arrasaron con
el Partido Comunista que no había usado sus armas, maltrataron a miles de
militantes de izquierda, proscribieron a todos los líderes demócratas y se
quedaron 12 años disfrutando del poder, por el poder en sí. Fracasaron en la
gestión de gobierno, perdieron un
plebiscito y pactaron con los partidos políticos una salida decorosa: amnistía
para los tupamaros y amnistía para los militares (ley de caducidad).
Decir donde
están los cuerpos de los desaparecidos es lo mismo que delatar quiénes eran los
generales que estaban a cargo. Como verdad y justicia no se juntan muy bien, aquel
pacto se mantiene hasta hoy. Los
militares guardan sus archivos bajo cuatro llaves, y Sanguinetti, Lacalle Herrera,
Batlle, Vázquez y Mujica cumplen con su performance, negociando algunas
condenas de los casos más flagrantes.
Todo este alboroto provocado por
la inteligente entrega de las actas pone a los cinco ex presidentes en un mismo
plano de igualdad, y durará dos semanas,
o hasta que los periodistas perciban
cierto aburrimiento. Mientras tanto, seguiremos siendo una democracia tutelada suavemente por
la corporación militar.
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