LA NUEVA CLASE Febrero de 2022
La primera vez que asistí a una asamblea del Centro de Estudiantes de Arquitectura, se discutía si nos íbamos a sumar, por solidaridad, a una huelga general que organizaba un importante sindicato obrero. Como todo novato ingenuo y atrevido, levanté la mano y propuse que primero teníamos que discutir si los motivos de la huelga eran justos o no. Un extremista, o radical de la época me retó severamente diciendo que la clase obrera siempre tenía razón. Es que a fines de los cincuenta todavía pesaba el relato creado por el Manifiesto Comunista de que la clase obrera era el héroe mitológico que nos iba a salvar a todos de la explotación por los siglos de los siglos, amén, "porque no tenía nada que perder".
Pero desde que
el proletariado europeo, que cien años después del Manifiesto había mejorado su
condición social, y no acompañó las divinas locuras de la imaginación al poder de Mayo del 68, los universitarios extremistas y
radicales han ido abandonando poco a
poco a la clase obrera, mayoritariamente blanca, masculina y aburguesada, y la han sustituido por nuevos
héroes mitológicos que salvarán a la humanidad porque también y siempre tendrán la razón: mujeres, LGBTI, afrodescendientes y
"pueblos originarios".
El nuevo
enemigo no es el patrón empresario, dueño de las fábricas de acero, sino el
varón blanco patriarcal, violador y racista. La nueva izquierda radical copó y
se apoderó de la formidable revolución feminista y le imprimió su sesgo
fundamentalista, la llamada ideología de género: cualquier cosa que diga una
mujer es esencialmente cierta y si dice que fue violada o abusada o acosada, el
o los hombres involucrados serán expulsados de sus trabajos o procesados y
condenados a prisión sin juicio previo, sin pasar por las garantías del derecho
que en Occidente llevó dos mil años
construir.
Así como
los comunistas fundamentalistas sostenían que el estado de derecho republicano
y democrático no servía para nada y debía ser destruido en la dictadura del
proletariado, porque era un estado al servicio de la burguesía, hoy en día las
mujeres feministas fundamentalistas sostienen que el estado de derecho vigente
debe ser ignorado o destruido porque fue creado por y está al servicio de, el hombre
patriarcal y machista. Se repite la historia. También se repite en el
movimiento antirracista. Cualquier cosa que diga o haga un afrodescendiente o
un mapuche o cualquier otro indígena debe ser cierto, verdadero o justo, porque
fue víctima del capitalismo patriarcal y racista durante 500 años, etc.
Por supuesto que de todo este fundamentalismo de izquierda se aprovecha la extrema derecha, y aparecen líderes populistas de todo calibre y color, que explotan a su favor el hartazgo de las mayorías silenciosas por las elites de lo políticamente correcto y sus tendencias autoritarias.
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