En una entrada reciente publiqué un dibujo que muestra la desigualdad del Uruguay en materia de ingresos, usando datos de una Encuesta Continua de Hogares del Instituto Nacional de Estadística, publicados por el MIDES. Entre los años 2006 y 2019, se percibe una pequeña mejora en la curva: suben un poco los ingresos de los 6 décimos más bajos y bajan un poco los 2 más altos. Coincide con los 15 años de gobierno del Frente Amplio en cual se aplicaron varias políticas de impuestos progresivos, subsidios y transferencias de unos sectores a otros, pero que no mueven la aguja, no modifican la desigualdad estructural, para unos inevitable y para otros escandalosa.
En ese documento del INE , aparecen también los mismos números pero presentados como porciones de una "torta", donde se aprecia mejor cómo el décimo más alto se lleva aproximadamente un tercio del total, los seis décimos más bajos se llevan otro tercio, y los tres del medio el tercer tercio.
Otra manera de ver la desigualdad de ingresos en el Uruguay es usando los mismos datos del INE para el 2019 pero de otra manera, mediante la curva de Lorenz, creada en 1905 por ese señor. En el eje horizontal se ubica el porcentaje acumulado de los diez décimos de personas u hogares relevados: 10+10+10+..........., hasta llegar a 100. En el eje vertical se van sumando los porcentajes de ingresos de los diez décimos 2.6+3.9+4.9+6...........hasta llegar a 100.
Si el 10 % de las personas u hogares percibiera el 10% de los ingresos, y el 20 % percibiera el 20, y así sucesivamente, la curva de Lorenz se identificaría con la recta diagonal, no habría desigualdad, revelaría la igualdad de ingresos perfecta. Si una persona recibiera el 100% de los ingresos, la curva se transformaría en el ángulo recto inferior derecho: la desigualdad absoluta. 160 países exhiben gráficas similares a la figura central, con variaciones. Tres o cuatro países totalitarios carecen de datos o se niegan a mostrarlos.
En 1912 un señor Gini propuso un coeficiente general para medir la desigualdad utilizando la curva de Lorenz. Consiste en calcular el cociente entre la superficie A, y la suma de las superficies A y B. Si la igualdad es perfecta, la superficie A es igual a cero y por lo tanto el coeficiente es 0. Si se le da a la suma A+B el valor 1, el coeficiente de Gini variará entre cero y uno.
Actualmente unos 160 países tienen su Coeficiente de Gini propio. Para los países de mayor desigualdad, su valor oscila entre 0.40 y 0.60: casi todos los países del Africa, Estados Unidos, y todos los países de Sudamérica menos Uruguay (0.39). Los países de mejor distribución del ingreso exhiben valores entre 0.20 y 0.40 ( Europa nórdica, Europa Central, Asia, etc)
Hay más de 90 países que están mejor que Uruguay y más de 60 que están peor con Sudáfrica (0.63) en un extremo y Ucrania (0.25) en el otro. Uruguay es el que está mejor desde hace décadas en Sudamérica, con 0.39, y todos los demás superan el 0.40 (Brasil 0.53, Colombia 0.49, Chile 0.46). Curiosamente la ONU advirtió en el 2005, quince años antes de los sucesos de Chile, que los países que tenían un coeficiente mayor al 0,40 corrían el riesgo de padecer manifestaciones de protesta y estallidos sociales.
El coeficiente de Gini se emplea desde hace muchos años, y a nivel mundial manifiesta una clara tendencia a la baja, como se aprecia en la gráfica del BBVA:
El coeficiente Gini se usa también para comparar, en vez del ingreso, la riqueza, la fortuna, el patrimonio de las personas, por países, por regiones o a nivel mundial. Los países más desarrollados manejan información de la riqueza, muy sofisticada, y dividen la población objeto de estudio en centiles. En Estados Unidos en el centil más rico, están todos los mayores billonarios del mundo, los dueños de Facebook, Amazon, Google, Wallmart, etc. Ocho de ellos tienen más de cien mil millones de dólares cada uno y su inmensa fortuna sí, mueve la aguja, y distorsiona cualquier coeficiente de Gini o de quien sea. Los críticos tenaces de la globalización y del liberalismo, obsesionados por el igualitarismo, no soportan que en el mundo haya semejantes personajes multimillonarios, y hablan del famoso uno por cien como la prueba irrefutable del final del capitalismo.
El coeficiente de Gini y estadísticas semejantes reciben críticas de todos los sectores del espectro ideológico. Entre ellas, que solo muestra desigualdades o concentración de ingresos o riquezas en términos de porcentajes, pero no dice más nada sobre las sociedades involucradas; por ejemplo que Estados Unidos tenga un coeficiente Gini similar al de Haití, cuando su producto per cápita es veinte veces mayor. A pesar de sus modestos alcances, el coeficiente de Gini es un indicador que se usa, y no hay razón para ocultar que en materia de distribución del ingreso estamos a mitad de tabla, como en el fútbol.
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