11/08/17
“Cada ser humano que está involucrado con la memoria de su país y de su pasado tiene un indio
dentro, tiene a todo el Continente” célebre frase de Silvia Rivera Cusicanqui
en una entrevista reciente de La Jornada
de Mexico”. No es cuestión de piel ni de poncho, agregó.
En la década del 90, en Latinoamérica, nosotros
(¿la gente sensible?) nos identificamos con los
indígenas diezmados durante la Conquista y actuamos como sus agentes y nos
identificamos de tal manera con ellos que fuimos capaces de decir: “cuando nos invadieron los españoles” , aunque
en realidad éramos blancos de ojos azules o bisnietos de inmigrantes españoles
y quizás no tuviéramos ni una gota de sangre mestiza.
Desde la década del 60 nos identificamos con el negro segregado norteamericano y sudafricano y actuamos como sus agentes de
tal manera, que nos sumamos a las grandes movilizaciones de Martin Luther King,
las Panteras Negras y Nelson Mandela por
los Derechos Civiles, y quizás no teníamos ni una gota de sangre negra y seguramente
éramos incapaces de comprender la profundidad del dolor de saberse
descendientes de esclavos.
Antes de la caída del Muro, nos identificamos con
la clase obrera hasta tal punto que
marchamos juntos bajo la famosa consigna de obreros
y estudiantes unidos y adelante, quizás sin haber empuñado jamás una
guadaña o un martillo ni haber vivido en los suburbios proletarios.
Nos identificamos en este siglo con las minorías homosexuales que sufrieron
durante décadas la discriminación y el abuso quizás sin haber dudado nunca de
nuestra propia identidad sexual.
Pero si los movimientos indígenas,
afroamericanos, obreros y homosexuales, copados actualmente por la izquierda
extremista, nos acusan de ser capitalistas, blancos, racistas, homófobos, colonialistas
y responsables de todos sus males, y no tenemos derecho a hablar en su nombre
ni exponer obras de arte alusivas a sus causas porque no podemos comprender su
dolor, entonces nos tendremos que bajar de esos movimientos, sumarnos a esta
suicida política de identidades, y dedicarnos cada quién a lo suyo. O si no, denunciar
como siempre a los nuevos talibanes, de izquierda y derecha.
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