La “bandera del arco iris” diseñada por Gilbert Baker en San Francisco en 1978 representa desde
entonces al movimiento Lesbian, Gay, Bisexual, Trans y Queer, en todo el mundo.
Los seis colores, rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta, simbolizan
vagamente sexo, vida, curación, sol, naturaleza, arte, espíritu, etc. Pero hace
poco la Comisión de Derechos Humanos de Filadelfia introdujo en la bandera una idea
“políticamente correcta”. Le agregó a la bandera dos franjas nuevas, una marrón
y una negra, que simbolizarían las
minorías gay más discriminadas por los blancos de Filadelfia. Entonces la
bandera con los bellos y polisémicos colores del arco iris, (donde ya están
todos los colores), y que la humanidad celebra desde el comienzo de los
tiempos, se transforma en signos de raza, de políticas identitarias y puteríos
varios propios de la posmodernidad más tonta. Así se entretienen nuestros
activistas y académicos progre, mientras las hordas extremistas blanden la
cimitarra para cortarles el cogote. Suerte que algunos han tomado la iniciativa
para el chascarrillo, y proponen agregar una franja blanca que represente a la
raza ídem. Pieles roja y amarillos ya están.
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