viernes, 20 de enero de 2017

CAMNITZER Y EL CINISMO ETICO.       Noviembre 2016
Hace poco Camnitzer estuvo en Casa Mario, en el Bajo de nuestra Ciudad Vieja conversando largamente sobre sus temas favoritos: arte y política, ante un público joven poco acostumbrado  a escuchar  en Uruguay  debates de fondo sobre esos temas. Luis Camnitzer es nuestra máxima estrella en el extranjero pero en el severo campo del arte conceptual. Hace 40 años que vive en Nueva York y es uno de los fundadores de esa  corriente, de mediados de la década del sesenta.   Sus obras están en varios museos de renombre y han estado en Bienales de Venecia, San Pablo, La Habana y en la Documenta de Kassel. Es profesor emérito de la State University de Nueva York.
La relación entre arte, ética, política y mercado ha sido una de las obsesiones de Camnitzer a lo largo de su vida. En el 2012 publicó un libro muy jugado: “Arte, Estado y no he estado”, compuesto por 18 textos escritos entre 1968 y el 2006, en los cuales se despacha con enorme sinceridad y candor sobre su propia vida, su infancia en Uruguay, su largo exilio en Nueva York, y sobre todo las dudas, sentimientos de culpa y estrategias pergeñadas para manejar su exitosa carrera y sus ideas de izquierda, nada menos que en las entrañas del Imperio, (como decía José Martí un siglo antes).
Desde muy joven sintió las tentaciones del mercado, y se preguntaba hasta qué punto una obra vendida podía condicionar las siguientes. El secreto o deseo explícito de la mayoría de los artistas es poder vivir de remuneraciones por su actividad. Al mismo tiempo, el beneficio económico es visto en el arte como poco ético. La queremos de las dos maneras: ser puros y no mercenarios, y que nos paguen por nuestra magia en un mundo que es mercenario y no mágico”. En otro de los textos declara que la docencia como modo de vida le permitió alejarse un poco de las tentaciones y caprichos del mercado.
Un penetrante prólogo de Gabriel Peluffo Linares destaca el empecinamiento de Camnitzer en tratar de conducirse en todos estos años  de acuerdo a sus convicciones ideológicas, y  la vigencia actual de su crítica a los métodos actuales de enseñanza en talleres y escuelas de arte. Según el artista, se enseñan técnicas: dibujo, grabado, collage, pintura, fotografía, escultura, y se enseñan temas: paisaje, naturaleza muerta, retrato, abstracción, en lugar de invitar al alumno a investigar sobre la cultura como un proceso colectivo, interdisciplinario, el arte como reflejo del contexto  local y regional, su inserción en la globalidad, las condiciones éticas del artista, su función social, los principios y valores en juego, el bien colectivo, el rol del individualismo, el mercado que todo lo absorbe y regurgita como lugar común o estereotipo.
En esos años mozos “el arte era un arma de combate, un instrumento de subversión”. En 1969 Camnitzer destacaba la estética de la guerrilla tupamara, la pureza del arte-correo, y luego la habilidad comunicacional del Comandante Marcos y la eficiencia de los hackers.  Ya a mediados de los sesenta, con veinte años, descubrió las posibilidades de la combinación de imágenes y textos. Siendo uno de los fundadores del conceptualismo, buscaba galerías para exponer y al mismo tiempo desmaterializaba su obra para evadir el mercado. Una de las soluciones de los artistas conceptuales era  encarar el arte como formulación de problemas y generación de conocimientos, pergeñar obras que no fueran objetos de consumo  coleccionables.  Otra ventaja del conceptualismo era, según el autor, que las obras no quedaban encerradas en fronteras, se libraban del trabajo artesanal y del fetichismo de las cosas, y la comunicación estética no dependía de la posesión de un objeto final. Pero el sistema capitalista de mercado, representado por los museos, galerías y coleccionistas, mostró su lozanía y capacidad de asimilación de la crítica del arte contestatario, al adquirir para sus colecciones los dibujos, maquetas, memorias descriptivas, fotografías, videos y textos  del proceso creativo, aunque no hubiera un objeto final.  
Mientras Andy Wharhol y otros artistas  genios del marketing, aprovechaban las contradicciones del sistema para engrosar su fama y su cuenta bancaria, los conceptualistas puros vivían su éxito comercial como una  frustración. Justamente la Colección Daros  adquirió casi toda la obra de Camnitzer por una cifra no revelada, y hablando de los artistas cubanos de la década del noventa, dice Camnitzer : “Y sin embargo surgió una nueva generación fértil, estéticamente y éticamente crítica,  que además vende y que a pesar de vender mantiene su humor”.
Camnitzer inventó una estrategia o forma de resistencia que llamó  cinismo ético que permite que la corrupción sea relativamente reversible, o una que permite, en la medida de lo posible, usar la corrupción sin corromperse.” “La esencia de esta posición se basa en la idea de que prostituirse a sabiendas es mejor que prostituirse inconscientemente.” (¿Es posible la enseñanza del arte?1980). Por supuesto que esta doctrina del artista expresada tan frontalmente provocó  cierta resistencia cuando Camnitzer viajó a su querido Uruguay de la infancia, y pretendió compartir sus hallazgos y tribulaciones con  sus compatriotas.
El problema empeoró cuando cayó el muro de Berlín en el 89 y el capitalismo liberal pasó a ser el patrón de la vereda sin alternativas de cambio visibles a corto plazo. Justo cuando cayó el paradigma socialista y el arte en la posmodernidad devino conceptual (ligado a las ideas), los artistas se vieron obligados a la crítica desde adentro  del sistema y al mismo tiempo  mantener un discurso contestatario, sin una sólida teoría emancipadora que lo respaldara. “En ausencia de la lucha de clases y del enfrentamiento anticolonialista, la resistencia termina formulándose en fundamentalismos étnicos y religiosos, o en actos gratuitos”. "Para mí, un artista es alguien que trata de afectar la cultura y por otro lado, está el mercado que lo convierte en un productor de cosas y eso es contradictorio” En  ”La Corrupción del Arte / El arte de la corrupción”, 1996) vuelve sobre el tema que le obsesiona, y finaliza el artículo  reconociendo “que lo único que logro con todo esto es volverme a sentir como al principio de las cosas y renovar la certidumbre de que todo es muy, pero muy complicado.
En el resto del libro Camnitzer se explaya sobre otros temas recurrentes, como el arte de las periferias y su relación con las hegemonías metropolitanas,  el apoyo del Estado a las artes, la globalización, la Coca Cola y los Mac Donald´s, la búsqueda de la esquiva identidad de los pueblos colonizados, etc.
Los alumnos le dicen al Maestro que sus escrúpulos éticos son un poco “setentoides” pero todos estos textos teóricos  de Camnitzer son imprescindibles para quienes se preguntan qué cosa es el arte  o cuál es el rol del artista.

 1971. Dibujo. Firma para vender en tajadas al peso. 
  1979. El paisaje como actitud.










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