CAMNITZER Y EL CINISMO ETICO. Noviembre 2016
Hace poco Camnitzer estuvo en
Casa Mario, en el Bajo de nuestra Ciudad Vieja conversando largamente sobre sus
temas favoritos: arte y política, ante un público joven poco acostumbrado a escuchar
en Uruguay debates de fondo sobre
esos temas. Luis Camnitzer es nuestra máxima estrella en el extranjero pero en
el severo campo del arte conceptual. Hace 40 años que vive en Nueva York y es
uno de los fundadores de esa corriente, de
mediados de la década del sesenta. Sus
obras están en varios museos de renombre y han estado en Bienales de Venecia, San
Pablo, La Habana y en la Documenta de Kassel. Es profesor emérito de la State
University de Nueva York.
La relación entre arte, ética, política
y mercado ha sido una de las obsesiones de Camnitzer a lo largo de su vida. En
el 2012 publicó un libro muy jugado: “Arte, Estado y no he estado”, compuesto
por 18 textos escritos entre 1968 y el 2006, en los cuales se despacha con
enorme sinceridad y candor sobre su propia vida, su infancia en Uruguay, su
largo exilio en Nueva York, y sobre todo las dudas, sentimientos de culpa y
estrategias pergeñadas para manejar su exitosa carrera y sus ideas de izquierda,
nada menos que en las entrañas del
Imperio, (como decía José Martí un siglo antes).
Desde muy joven sintió las
tentaciones del mercado, y se preguntaba hasta qué punto una obra vendida podía
condicionar las siguientes. “El secreto o deseo explícito
de la mayoría de los artistas es poder vivir de remuneraciones por su
actividad. Al mismo tiempo, el beneficio económico es visto en el arte como
poco ético. La queremos de las dos maneras: ser puros y no mercenarios, y que
nos paguen por nuestra magia en un mundo que es mercenario y no mágico”. En otro de los textos declara que la docencia como modo de vida le permitió
alejarse un poco de las tentaciones y caprichos del mercado.
Un penetrante prólogo de Gabriel
Peluffo Linares destaca el empecinamiento de Camnitzer en tratar de conducirse
en todos estos años de acuerdo a sus
convicciones ideológicas, y la vigencia
actual de su crítica a los métodos actuales de enseñanza en talleres y escuelas
de arte. Según el artista, se enseñan técnicas: dibujo, grabado, collage,
pintura, fotografía, escultura, y se enseñan temas: paisaje, naturaleza muerta,
retrato, abstracción, en lugar de invitar al alumno a investigar sobre la cultura
como un proceso colectivo, interdisciplinario, el arte como reflejo del
contexto local y regional, su inserción
en la globalidad, las condiciones éticas del artista, su función social, los
principios y valores en juego, el bien colectivo, el rol del individualismo, el
mercado que todo lo absorbe y regurgita como lugar común o estereotipo.
En esos años mozos “el arte era un arma de combate, un instrumento de
subversión”. En 1969 Camnitzer destacaba la estética de la guerrilla tupamara,
la pureza del arte-correo, y luego la habilidad comunicacional del Comandante
Marcos y la eficiencia de los hackers. Ya
a mediados de los sesenta, con veinte años, descubrió las posibilidades de la combinación
de imágenes y textos. Siendo uno de los fundadores del conceptualismo, buscaba
galerías para exponer y al mismo tiempo desmaterializaba su obra para evadir el
mercado. Una de las soluciones de los artistas conceptuales era encarar el arte como formulación de problemas
y generación de conocimientos, pergeñar obras que no fueran objetos de consumo coleccionables. Otra
ventaja del conceptualismo era, según el autor, que las obras no quedaban
encerradas en fronteras, se libraban del trabajo artesanal y del fetichismo de
las cosas, y la comunicación estética no dependía de la posesión de un objeto
final. Pero el sistema capitalista de mercado, representado por los museos,
galerías y coleccionistas, mostró su lozanía y capacidad de asimilación de la
crítica del arte contestatario, al adquirir para sus colecciones los dibujos,
maquetas, memorias descriptivas, fotografías, videos y textos del proceso creativo, aunque no hubiera un
objeto final.
Mientras Andy Wharhol y otros artistas genios del marketing, aprovechaban las
contradicciones del sistema para engrosar su fama y su cuenta bancaria, los
conceptualistas puros vivían su éxito comercial como una frustración. Justamente la Colección Daros adquirió casi toda la obra de Camnitzer por
una cifra no revelada, y hablando de los artistas cubanos de la década del
noventa, dice Camnitzer : “Y sin embargo surgió una nueva generación fértil,
estéticamente y éticamente crítica, que
además vende y que a pesar de vender mantiene su humor”.
Camnitzer inventó una estrategia
o forma de resistencia que llamó cinismo ético que permite que la
corrupción sea relativamente reversible, o una que permite, en la medida de lo
posible, usar la corrupción sin corromperse.” “La esencia de esta posición se
basa en la idea de que prostituirse a sabiendas es mejor que prostituirse
inconscientemente.” (¿Es posible la enseñanza del arte?1980). Por supuesto que
esta doctrina del artista expresada tan frontalmente provocó cierta resistencia cuando Camnitzer viajó a su querido Uruguay de la infancia, y pretendió
compartir sus hallazgos y tribulaciones con sus compatriotas.
El problema empeoró cuando cayó
el muro de Berlín en el 89 y el capitalismo liberal pasó a ser el patrón de la vereda
sin alternativas de cambio visibles a corto plazo. Justo cuando cayó el
paradigma socialista y el arte en la posmodernidad devino conceptual (ligado a
las ideas), los artistas se vieron obligados a la crítica desde adentro del sistema y al mismo tiempo mantener un discurso contestatario, sin una
sólida teoría emancipadora que lo respaldara. “En ausencia de la lucha de
clases y del enfrentamiento anticolonialista, la resistencia termina
formulándose en fundamentalismos étnicos y religiosos, o en actos gratuitos”. "Para mí,
un artista es alguien que trata de afectar la cultura y por otro lado, está el
mercado que lo convierte en un productor de cosas y eso es contradictorio”
En ”La Corrupción del Arte / El arte de
la corrupción”, 1996) vuelve sobre el tema que le obsesiona, y finaliza el
artículo reconociendo “que lo único que
logro con todo esto es volverme a sentir como al principio de las cosas y
renovar la certidumbre de que todo es muy, pero muy complicado.
En el resto del libro Camnitzer
se explaya sobre otros temas recurrentes, como el arte de las periferias y su
relación con las hegemonías metropolitanas,
el apoyo del Estado a las artes, la globalización, la Coca Cola y los
Mac Donald´s, la búsqueda de la esquiva identidad de los pueblos colonizados,
etc.
Los alumnos le dicen al Maestro
que sus escrúpulos éticos son un poco “setentoides” pero todos estos textos
teóricos de Camnitzer son
imprescindibles para quienes se preguntan qué cosa es el arte o cuál es el rol del artista.
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