viernes, 20 de enero de 2017

CRICKET CLUB     
            Cuando éramos chicos, los sábados o domingos íbamos al Montevideo Cricket Club, entre Sayago y Peñarol. Íbamos en ferrocarril desde la Estación Central y nos bajábamos en Parada Polo. El viaje en tren, como se sabe, era maravilloso para la imaginación de un niño. Desde la ventana veíamos casitas muy humildes construIdas contra el alambrado lleno  de violetas, y casi siempre había un niño descalzo saludándonos con cierta melancolía.
            Era un Club fundado por los ingleses,  que sabían pasarla bien en los países donde instalaban ferrocarriles, aguas corrientes, compañías de gas, hospitales y colegios. El club tenía canchas de polo, de rugby, fútbol y tenis y tenía vestuarios, un salón  donde las damas tomaban el té con los niños, y una cantina que decía “Men Only” donde  los varones se metían, después del rugby, a tomar litros de “schandy”, una mezcla de cerveza y gaseosa.
             Mi madre nos llevaba al césped  y desplegaba su  mantel a cuadros y sacaba de una canasta los sándwiches y los escones. Mi madre se diseñaba su ropa con muchos volados en color pastel, y sabía hacerse grandes capelinas  de alas ondulantes .  Después me di cuenta que quería parecerse  a Greer Garson en Rosa de Abolengo.
            Pero lo mejor del paseo era el regreso de todos en el tren de las 20.10.  Los ingleses y mi padre cantaban durante todo el trayecto, y al bajar en la Estación subíamos  por Paraguay  hasta 18 de Julio. El más cómico de la barra, que se llamaba Jack, se subía a una  garita que había en el medio de la calle  y detenía el tránsito para que cruzáramos  nosotros. Allí los adultos se despedían a las risas hasta el fin de semana siguiente.


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