CUBA
Entré a Facultad de Arquitectura en 1959, y ese primer
año salvé varias materias con muy buenas notas pero enseguida me vi arrastrado
por la actividad gremial y la militancia política. En 1959 Fidel Castro, después de varios años de lucha
armada en las montañas, derrocó al
dictador Batista. La imagen de Fidel,
Camilo Cienfuegos y el Che Guevara,
jóvenes y lindos, con sus barbas
y melenas románticas entrando en la Habana encima de un tanque de guerra,
conmovió a buena parte de mi generación
y nos arrastró en la marea
revolucionaria de los años sesenta. La
Facultad era de las más revoltosas de la Universidad. Cuando vino Eisenhower,
héroe de la Segunda Guerra Mundial, pasó por Bulevar Artigas y desde el techo le
descolgaron un cartel inmenso con la clásica diatriba contra el imperialismo yanqui. En esos años
participé en infinitas manifestaciones relámpago en defensa de la Revolución
Cubana, al grito de “Cuba sí, yanquis no” y otra consigna mucho peor, que hoy recuerdo
con infinita vergüenza: “¡Que suba, que
suba, gobierno como en Cuba!”. Una manifestación relámpago consistía en pasar
de boca en boca, entre todos los militantes de la FEUU, una esquina y una hora
determinadas, para irrumpir de golpe en 18 y marchar tres o cuatro cuadras hasta que llegara la
policía. Interrumpíamos el tránsito de
18 de Julio casi todos los días. Los compañeros omnibuseros nos odiaban y los
policías también, más por las horas extras que tenían que trabajar para
enfrentarnos, que por razones ideológicas. Pero yo con 20 años me sentía
extraordinario, coprotagonista de la historia, miembro de la vanguardia
esclarecida del pueblo uruguayo al que había que despertar de la alienación
capitalista y conducirlo hacia el socialismo. Qué época linda de mi vida: volver a Facultad, al día
siguiente de una manifestación, con la
cabeza vendada a causa de algún palazo,
ante la admiración de los profesores y las chicas de la clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario