viernes, 20 de enero de 2017

BRITISH
            Como funcionario de los ferrocarriles ingleses mi abuelo logró que mi padre se educara en el British Schools de modo que mi padre quedó siempre vinculado a la colonia inglesa, trabajó con ellos en el Hospital Británico, hizo deportes y sociabilidad con ellos en el Montevideo Cricket Club  (en Peñarol), veraneó con ellos en el Balneario Solís (fundado por ingleses) y logró también, por ser ex alumno, que mi hermano y yo fuéramos inscriptos en el British desde pequeños.
            En el colegio cantábamos el himno inglés a menudo, festejábamos el día del Imperio Británico, recibíamos visitas ilustres de la realeza, y como Boy Scouts jurábamos lealtad a la Reina, pero ni mis padres ni nosotros interpretábamos todo eso como colonialismo cultural o lavado de cerebro, sino como parte de una muy buena educación inglesa: disciplina, honestidad, responsabilidad, pragmatismo, puntualidad, ascetismo, veracidad y todo eso que ahora llaman valores       La verdad es que no sé cómo hicieron mis padres, modestos empleados públicos, para mandarnos al British, uno de los colegios más exclusivos del Uruguay, allá por 1945. Nos anotaron prácticamente al nacer, y seguramente pudimos entrar por ser hijos de un old boy ( ex alumno).
El colegio estaba en Benito Lamas entre Ellauri y Luis de La Torre. Hacíamos doble horario para poder cumplir con el programa oficial uruguayo y además estudiar inglés, historia, geografía y literatura británicas .Los ingleses tenían verdadera obsesión por la disciplina, la puntualidad, el orden y las buenas maneras. A las ocho de la mañana, en el patio helado hacíamos gimnasia y marchas militares como si nos fueran a mandar a la guerra. El director Mr. Schor, era el clásico Headmaster, terriblemente severo, cuya sola presencia infundía temor y admiración entre los chicos.  Nos contaba que había sido criado con rudeza: en su época, para bañarse, tenían que cortar el hielo con un pico y zambullirse en el agua helada, y eso forjaba el carácter.
Se decía en el British que los Posadas Belgrano eran tataranietos del General que perdió con Artigas en la Batalla de las Piedras. Recuerdo perfectamente a Ignacio Posadas caminando por los corredores, levantando las cejas, igualito a ahora, algo taciturno.
Por provenir de una raza de conquistadores y piratas, el Director Mr. Schor tenía predilección por los deportistas rudos  y cierto desdén por las almas sensibles como yo.  Aún así era un excelente profesor de Shakespeare y nos enseñó a amar el idioma a través de los divertidos envenenamientos y cuchilladas de Macbeth, Hamlet, el Rey Lear y los desgraciados Romeo y Julieta.
A pesar de que a menudo cantábamos el himno inglés y nos llevaban al Victoria Hall a festejar el día del Imperio, nadie tomaba muy en serio aquellos rituales colonialistas. Pero también los ingleses fueron los inventores del parlamento y de ciertos valores esenciales de la democracia, así que nunca me di cuenta que fuera un colegio elitista destinado a educar a los hijos de los gerentes de las compañías inglesas y luego a los hijos de la clase alta criolla.      Jamás el Director ni los maestros permitieron la menor discriminación o diferencia de trato entre ricos y clasemedieros como yo (pobres pobres, no había). Por supuesto que crecimos un poco a espaldas del Uruguay real, pero dentro del Colegio la igualdad era absoluta hasta el punto de que en doce años de educación jamás se me ocurrió pensar que mis compañeros de salón eran descendientes de famosos médicos, gerentes, abogados, barraqueros, generales, comerciantes, industriales y estancieros.
En realidad,  la verdadera aristocracia uruguaya, el old money como dicen en USA para referirse a las viejas oligarquías patricias, se educaba en el Seminario y el Sacre Coeur. Los jesuitas eran unos genios para formar a las futuras clases dirigentes. A fines de la década del sesenta, Luis del Castillo, jesuita, “old boy” y director del Seminario, me invitó a dar unas clases de dibujo.  En los corredores del venerable edificio estaban las fotos de todas las generaciones  que salieron del Seminario. Era impresionante leer los apellidos de las quinientas familias que desde hacía dos siglos, con inteligencia, discreción y enorme esprit de corps manejaban los hilos del país. Comparado con el Seminario el British no era tan cajetilla.


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