BRITISH
Como
funcionario de los ferrocarriles ingleses mi abuelo logró que mi padre se
educara en el British Schools de modo que mi padre quedó siempre vinculado a la
colonia inglesa, trabajó con ellos en el Hospital Británico, hizo deportes y
sociabilidad con ellos en el Montevideo Cricket Club (en Peñarol), veraneó con ellos en el
Balneario Solís (fundado por ingleses) y logró también, por ser ex alumno, que
mi hermano y yo fuéramos inscriptos en el British desde pequeños.
En
el colegio cantábamos el himno inglés a menudo, festejábamos el día del Imperio
Británico, recibíamos visitas ilustres de la realeza, y como Boy Scouts
jurábamos lealtad a la Reina, pero ni mis padres ni nosotros interpretábamos
todo eso como colonialismo cultural o lavado de cerebro, sino como parte de una
muy buena educación inglesa: disciplina, honestidad, responsabilidad,
pragmatismo, puntualidad, ascetismo, veracidad y todo eso que ahora llaman
valores La verdad es que no sé cómo hicieron mis
padres, modestos empleados públicos, para mandarnos al British, uno de los
colegios más exclusivos del Uruguay, allá por 1945. Nos anotaron prácticamente
al nacer, y seguramente pudimos entrar por ser hijos de un old boy ( ex alumno).
El
colegio estaba en Benito Lamas entre Ellauri y Luis de La Torre. Hacíamos doble
horario para poder cumplir con el programa oficial uruguayo y además estudiar
inglés, historia, geografía y literatura británicas .Los ingleses tenían
verdadera obsesión por la disciplina, la puntualidad, el orden y las buenas
maneras. A las ocho de la mañana, en el patio helado hacíamos gimnasia y
marchas militares como si nos fueran a mandar a la guerra. El director Mr.
Schor, era el clásico Headmaster,
terriblemente severo, cuya sola presencia infundía temor y admiración entre los
chicos. Nos contaba que había sido
criado con rudeza: en su época, para bañarse, tenían que cortar el hielo con un
pico y zambullirse en el agua helada, y eso forjaba el carácter.
Se
decía en el British que los Posadas Belgrano eran tataranietos del General que
perdió con Artigas en la Batalla de las Piedras. Recuerdo perfectamente a
Ignacio Posadas caminando por los corredores, levantando las cejas, igualito a
ahora, algo taciturno.
Por
provenir de una raza de conquistadores y piratas, el Director Mr. Schor tenía
predilección por los deportistas rudos y
cierto desdén por las almas sensibles como yo.
Aún así era un excelente profesor de Shakespeare y nos enseñó a amar el
idioma a través de los divertidos envenenamientos y cuchilladas de Macbeth,
Hamlet, el Rey Lear y los desgraciados Romeo y Julieta.
A
pesar de que a menudo cantábamos el himno inglés y nos llevaban al Victoria
Hall a festejar el día del Imperio, nadie tomaba muy en serio aquellos rituales
colonialistas. Pero también los ingleses fueron los inventores del parlamento y
de ciertos valores esenciales de la democracia, así que nunca me di cuenta que fuera
un colegio elitista destinado a educar a los hijos de los gerentes de las
compañías inglesas y luego a los hijos de la clase alta criolla. Jamás el Director ni los maestros
permitieron la menor discriminación o diferencia de trato entre ricos y clasemedieros
como yo (pobres pobres, no había). Por supuesto que crecimos un poco a espaldas
del Uruguay real, pero dentro del Colegio la igualdad era absoluta hasta el
punto de que en doce años de educación jamás se me ocurrió pensar que mis
compañeros de salón eran descendientes de famosos médicos, gerentes, abogados,
barraqueros, generales, comerciantes, industriales y estancieros.
En
realidad, la verdadera aristocracia
uruguaya, el old money como dicen en
USA para referirse a las viejas oligarquías patricias, se educaba en el
Seminario y el Sacre Coeur. Los jesuitas eran unos genios para formar a las
futuras clases dirigentes. A fines de la década del sesenta, Luis del Castillo,
jesuita, “old boy” y director del Seminario, me invitó a dar unas clases de dibujo. En los corredores del venerable edificio
estaban las fotos de todas las generaciones
que salieron del Seminario. Era impresionante leer los apellidos de las
quinientas familias que desde hacía dos siglos, con inteligencia, discreción y
enorme esprit de corps manejaban los
hilos del país. Comparado con el Seminario el British no era tan cajetilla.
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