jueves, 5 de diciembre de 2019

MANIFESTACIONES RELÁMPAGO


En los años sesenta también había movimientos sociales. Yo era militante de un movimiento estudiantil “tercerista” que no estaba ni con Washington ni con Moscú. Nuestro poder de “influencers” no pasaba de dos o tres facultades y algunas cuadras de 18 de Julio entre Tristán Narvaja y Plaza Libertad. Con otros militantes esclarecidos de la FEUU organizábamos alguna manifestación relámpago por una causa justa. Por medio del boca a boca, por ejemplo, corríamos la voz de que a las once de la mañana irrumpíamos en 18 y Ejido, bajábamos de golpe a la calzada y de ahí marchábamos hacia el centro hasta que llegara la policía a disolvernos. A veces un grupito de radicales se excedía y le tiraba una piedra a la policía. A la mañana siguiente los diarios decían que éramos doscientos exaltados y nosotros decíamos que éramos cinco mil pero que marchábamos pacíficamente hasta que la policía nos reprimió brutalmente. Fake news avant la lettre. Así semana tras semana, meses y meses. La policía y los omnibuseros nos odiaban, más por las horas perdidas que por las ideas en juego.
Hoy en día los movimientos sociales, si las condiciones de descontento están dadas, por medio de las redes pueden tratar de conquistar en la calle lo que no pudieron conquistar en elecciones. La capacidad de convocar multitudes con un clic es mil veces mayor que en los sesenta con nuestros humildes mimeógrafos. En las redes se pueden convocar manifestaciones pacíficas gigantescas y también pueden infiltrarse en ellas unos cientos de energúmenos, politizados o no, para saquear comercios, provocar la represión, crear mártires, voltear al gobierno. Puede pasar en regímenes de izquierda o de derecha, democráticos o autoritarios. Si la democracia es fuerte lo superan. Si la democracia es débil, solo puede terminar en una terrible dictadura como la que yo contribuí a provocar con mis modestos fervores juveniles.

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