martes, 6 de abril de 2021
LAS MADERITAS DE SAN LAZARO
Parece que en la Edad Media a los leprosos los echaban de la ciudad y les colgaban una “maderitas de San Lázaro”. Cuando el desdichado volvía a la ciudad sonaban las tablitas, clac, clac, clac, y la gente se apartaba.
En el siglo XIV Venecia era uno de los puertos más importantes de Europa, los barcos llegaban de todo el mundo a descargar y cargar mercaderías. Si había grandes pestes, dos o tres por siglo, que se llevaban la tercera parte de la población, Venecia tenía que seguir funcionando, así que recluía a los viajeros enfermos en dos islas cercanas, lazaretos, por cuarenta días.
Así la cuarentena llegó hasta nuestros días. Se usó la Isla de Flores hasta principios del siglo veinte, y hoy está llena de conejos que corretean entre las ruinas de los edificios.
Todo esto que leí en Google se lo conté a mi amigo Juan Silva, compañero de Facultad, (creo que nunca se recibió), que me llamó para decirme que él personalmente no piensa dejar de trabajar, ni de salir, ni de tomar ómnibus, ni de ir al súper o almorzar con un cliente o mostrar apartamentos (él se recicló, puso una inmobliaria) Dice que si no vende no cobra dinero para llevar a la casa (suerte que la mujer es empleada pública y cobra religiosamente).
Lo cierto es que Silvita no se siente culpable por desobedecer las indicaciones del gobierno y salir de la burbuja. No se siente responsable directo de la muerte de ninguna abuelita. Varios de sus colegas se hisoparon y les dio positivo, tienen un poco de fiebre y un poco de tos, y van unas horas a laburar igual. La mutualista nunca los llamó, ni el Ministerio tampoco, se perdió el hilo epidemiológico, nadie sabe quién contagió a quién, así que ellos saben que nadie los va a retar, ni sancionar, ni multar, ni meter presos, ni acusarlos de matar viejitas. Desde que saben o creen que la vacuna, aun la primera dosis, los salva del CTI y de la muerte, y la infección no pasa en la mayoría de los casos de una gripecita llevadera, han perdido el miedo al Covid, y sobre todo han perdido el sentimiento de culpabilidad. Fin de la libertad responsable.
Un poco escandalizado por lo que me decía Silvita, le mentí que hay un proyecto de ponerle tobilleras electrónicas a todos los positivos que anden por la calle y mandarlos a Isla de Flores. Se me rió en plena cara. “Me voy a laburar mientras vos predicás moral desde tu regio sillón de jubilado” me dijo, y apagó el Zoom sin despedirse.
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