domingo, 28 de marzo de 2021

VACUNADO EN MINAS

El viernes pasado, 26 de marzo, tuve que viajar hasta Minas en Lavalleja porque no pude agendarme para la vacuna, el famoso jueves del atolladero digital. Me dieron hora para las 8.30 así que salí en auto de Montevideo a las 5.30, con margen para llegar a tiempo. El vacunatorio era en el Estadio Municipal y a las 7.30 ya había unos cuántos ansiosos del primer turno de las 8, haciendo una especie de cola, silenciosa, laxa, tranquila. Simulando cara de indiferencia, pero todos sabiendo que era un día importante para nuestras precarias vidas.
Cada 15 minutos, puntuales, salían del vacunatorio improvisado en las oficinas del Estadio, unas enfermeras y funcionarios impecablemente protegidos con batas azules y tapabocas, con las listas de agendados para cada turno, y nos llamaban por el nombre. Después de pasar lista, como en la escuela, gentilmente nos hacían acercar ordenadamente a la puerta de los consultorios por medio de una valla amarilla. Enseguida sentí que el personal de salud nos trataba con un enorme respeto, cariño, eficiencia, amor por su trabajo. Trataban a cada persona como si fuera única, buscaban en la fila a los distraídos, ayudaban a los inválidos. Cuando tuve cerca a la que parecía ser la jefa o la más entusiasta del operativo la felicité y agradecí por la buena onda que irradiaban, por la cálida protección, casi maternal que sentíamos todos aquellos viejos, lejos del hogar, circunstancialmente unidos por la agenda, la vacunación, y el espanto de la epidemia. Adentro había varios consultorios y una decena de enfermeras que vacunaban, todas con la misma paciencia y simpatía. Luego nos llevaron a sentarnos 15 minutos en unos corredores abiertos a la cancha de fútbol, para esperar posibles síntomas de alergia o similares. Cada tanto aparecía una enfermera y decía “Rosita, ya te podés ir, pasaron tus 15 minutos”. Me pareció maravilloso que se dirigieran por nuestro nombre como a seres humanos individuales. Desayuné plantillas con chocolate en Irisarri, como cuando era chico hace 70 años y me volví a Montevideo. Me encantará volver a Minas, a pesar del madrugón, para la segunda dosis.

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