viernes, 1 de mayo de 2020

SILVITA Y LA CUARENTENA



Mi amigo Juan Silva, rubio, bajito y de pelo crespo, se casó con una antigua compañera de facultad algo menor que él. Como él tiene más de 75, ella lo calificó como población de riesgo y a partir del 15 de marzo no lo dejó más salir a la calle, pagar las cuentas, sacar la basura, ir a la feria y demás tareas propias del género masculino, jaja.  Además de apoderarse del dinero y las tarjetas de débito, la pandemia le exacerbó a ella una antigua obsesión compulsiva por la limpieza,  y todos los días vuelve del súper con variedad de desinfectantes y detergentes que esparce por toda la casa con fruición, limpia la puerta de calle, la ropa, los paquetes, la suela de los zapatos del azorado delivery que les trae el pedido, y persigue a Silvita por toda la casa echándole alcohol con un pomo enorme como del carnaval de los años cincuenta. Para peor, desde que asistió como oyente a clases de perspectiva de género en Humanidades y se junta con las mujeres de la movida feminista, dejó de ser la señora modosa y complaciente que lo sedujo en los setenta, empezó a ir con un tambor a las marchas del 8M y espetarle a Silvita largos sermones sobre cómo deconstruir cuatro mil años de patriarcado y violencia machista, y ahora con la pandemia y el encierro obligatorio ella  tomó el poder total de la casa y lo mandonea todo el tiempo y lo reta por tirar migas al piso, colgar mal la toalla y esas boludeces, justo cuando Silvita está mirando el noti con el parte diario de muertos y contagiados. Le dice a su esposa: “cómo pretendés que en cuarenta días deconstruya lo que nos llevó cuarenta siglos edificar?” Desesperado, algunas noches se desahoga conmigo  por el teléfono fijo, me dice que el virus además de estar diseñado para castigar al capitalismo por sus excesos, además de meterse en los pulmones de la gente para vengar al planeta asfixiado, además de facilitar el control totalitario de la humanidad por el zoom y los celulares, produjo una nueva generación de mujeres, que solitas sin el pit ceneté ni nada tomarán el poder y construirán un mundo feliz, una nueva utopía,  la nueva normalidad. Cuando lo veo así, para calmarlo un poco le digo que mientras no vuelva el fútbol a la tele se viche una serie de Netflix o agarre el libro del Crandon y cocine algo rico, que cocinar es terapéutico, pobre Silvita.

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