La novedad de
este año 2019 sería el fin de la tercera ola, y con ello, el fin de algunos
excesos que habrían provocado el alejamiento de algunas mujeres y la reacción
violenta del patriarcado conservador.
La tercera ola
tuvo un intenso y brillante período fundacional en torno a los años setenta, y
duró unos treinta años. Se caracterizó por su radicalidad, en el sentido de ir
a fondo a las causas de la opresión de la mujer a lo largo de los siglos. Se
visibilizó eficazmente el Patriarcado como el gran enemigo histórico que hay
que erradicar, y se empeñó en erosionar los límites del dimorfismo sexual, en denunciar
la dicotomía heterosexual obligatoria, el esquema binario hombre-mujer. Se puso
en valor la dignidad de múltiples géneros intermedios, conocidos hoy como
movimiento LGBTIQ. Se profundizó en la diferencia conceptual entre sexo y
género. El sexo es determinado por la naturaleza, se nace con sexo masculino o
femenino. El género, varón o mujer, se aprende, se educa, se cambia y se
manipula. Por ejemplo, el género de la mujer sumisa, cariñosa y dedicada a los
cuidados es una imposición deliberada del patriarcado. con el fin de mantener
su hegemonía.
“La educación de las mujeres siempre debe de
ser relativa a los hombres: agrados, sernos de utilidad, hacernos amarlas y
estimarlas Educarnos cuando somos jóvenes y cuidarnos cuando somos adultos,
aconsejarnos, consolarnos, hacer nuestras vidas fáciles y agradables”. (Juan
Jacobo Rousseau)
En los 90, los
postulados de la distinción entre sexo y género se llevaron a su máximo extremo.
El concepto de fluidez, de indeterminación posmoderna y deconstrucción antiesencialista.
se trasladó a la identidad y orientación sexual, y al propio sexo, por parte de
Judith Butler (El género en disputa, 1990) y otras. Se llegó a negar la
biología, la anatomía, la naturaleza misma. En el pico de este extremismo se
redactó en varios países un manual de educación sexual para niños en el que se
negaba la realidad genética, anatómica y fisiológica, lo cual pretextó la
reacción de padres y sectores conservadores de las iglesias, que aprovecharon
para calificar a la tercera ola como “ideología de género feminazi”.
Según
Victoria Sendón de León, que comenta un libro de Rosa María Rodríguez Magda,
“La mujer molesta”, las teorías de Judith Butler y afines, del feminismo queer, ya no son la
vanguardia del movimiento feminista sino que están en decadencia, porque condujeron
a un callejón sin salida, demasiado alejado de la realidad. Se estaría
terminando así la tercera ola e inaugurando la cuarta, compartida por todas las
corrientes actuales, que pone el acento
en combatir la violencia machista, el feminicidio, el acoso sexual, el abuso,
la violencia doméstica, etc.
Siguen en pie
por supuesto las reivindicaciones propias del feminismo socialista, tratando de unir marxismo con feminismo y
clases sociales, anticapitalismo, pueblos originarios indígenas y africanos, democracia
participativa, solidaridad social, conducción colectiva, etc, y siguen en pie
las reivindicaciones propias del feminismo
liberal, donde se lucha por la promoción individual de las mujeres, la
meritocracia, el lobby, la salida del ropero, las cuotas de acción afirmativa,
la presencia de mujeres en cargos ejecutivos, la rotura del techo de cristal,
el empoderamiento, el reformismo, sin
cuestionar la democracia liberal del sistema capitalista.
Lectura
recomendada: Feminismo para principiantes, Nuria Varela, 2019