martes, 18 de diciembre de 2018

LA CONTRADICCION PRINCIPAL

La Diaria del 15 de diciembre publica un artículo interesante de Fernando López D´Alessandro, sobre el avance actual de la derecha y “la contradicción principal de nuestro tiempo” que me hizo acordar a las discusiones universitarias de los años sesenta, en las que se trataba de determinar si la contradicción principal era socialismo versus capitalismo, o imperialismo versus tercer mundo, etc. López D reconoce que ya no existe esa dicotomía, porque ya no existe la alternativa comunista, pero los aristócratas y burgueses se organizan igualmente “para enfrentar las reformas avanzadas propuestas por las izquierdas en casi todo el mundo”. 
Afirma que la diferencia básica que distingue a la derecha y la izquierda es la concepción distinta que tienen del ser humano. Para la derecha el hombre es básicamente individualista y egoísta, sus logros se apoyan en su interés particular y sus virtudes personales, y en competencia privada con los demás, los más capaces priman jerárquicamente sobre los mediocres. La izquierda parte de la base de que el orden social es injusto porque los individuos no tienen las mismas oportunidades de desarrollar su potencial, debido a dominios de clase, económicos, políticos, culturales y puntos de partida desiguales. Por lo tanto la sociedad toda, a través del Estado, debe garantizar el acceso igualitario a las oportunidades. Hasta aquí todo bien, (y es probable que los seres humanos tengamos la izquierda y la derecha conviviendo en el pecho), pero López D no menciona para nada las teorías económicas de ambas ideologías, una fomentando el mercado, la libre empresa y la propiedad privada de los medios de producción, otra instrumentando la economía solidaria, la propiedad colectiva de las empresas, la fijación estatal de los precios, etc. No se puede obviar la economía en una discusión de izquierda y derecha. 
A continuación López D señala que en Europa las coincidencias reformistas entre la centro-derecha y la centro-izquierda fueron tan amplias que terminaron indiferenciadas, y ello explicaría en parte la reaparición de las derechas e izquierdas radicales. No menciona para nada los atentados de la jihad islámica, ni las políticas inmigratorias indiscriminadas de Alemania líder, como posibles causas de radicalización. Acto seguido el periodista se enfoca en América Latina. Las derechas no habrían tolerado la nueva agenda de derechos, las políticas sociales de la ola progresista, el ascenso de “los otros”, las minorías raciales y de género. Con la ayuda de Estados Unidos, la prensa y el bombardeo en las redes sociales, habrían organizado golpes de estado destituyentes en Honduras, Paraguay, Brasil, sin tener que apelar al golpe cuartelero de los años setenta. Los “errores de la izquierda” o del Partido de los Trabajadores de Brasil habrían contribuido a esta avalancha de la derecha, pero no dice cuáles fueron esos errores. Critica a Evo Morales por querer reelegirse. “Sobre Nicaragua y Venezuela no vale la pena insistir”. No explica nada sobre la caída de Cristina. 
el proletariado del siglo XIX
Finalmente, el artículo se refiere a Uruguay, estable en lo económico, orgulloso de sus logros, democrático de veras en sus formas y estilos. Critica a ciertos sectores de la izquierda que insisten en las movilizaciones de masas y reivindica la democracia representativa como el mejor sistema político. Excelente, pero no menciona la impotencia o la falta de voluntad de las izquierdas para contener la corrupción, el narcotráfico, la delincuencia, el uso de los dineros públicos para comprar votos, el clientelismo, etc. Tiene fe en que la representación y la libertad profundizarán la democracia, pero no explica que cosa es dicha profundización. No menciona la lectura equivocada de la realidad y de la condición humana que hacen los líderes intelectuales de la izquierda. Se insiste en su superioridad moral, en el hombre nuevo, en la sociedad utópica, en la economía de la solidaridad, en el rol justiciero y abarcador del Estado. Se sigue ignorando la propiedad privada de las empresas y las leyes del mercado, pilares del capitalismo, y que forman un combo indisoluble con la libertad y la democracia. Se sigue encontrando al imperialismo norteamericano, la aristocracia y la burguesía detrás del ascenso de las derechas, detrás de los “golpes de estado” contra Lula, sin reconocer ninguno de los abusos culturales de la izquierda hegemónica en las universidades y otros ambientes intelectuales. 
Desde que me dedico, desde mi condición de bloguero amateur, a comentar artículos de periodistas o intelectuales de izquierda que aparecen en La Diaria, Voces, Caras, Le Monde, The New York Times, la CNN u otros medios similares, tengo la sensación de estar escribiendo siempre el mismo libro (como diría Borges). Casi todos ellos tienen algo en común; eluden roces con el principio de realidad y detrás de la corrección política y del desenmascaramiento de la derecha se esconde inconfesado, un profundo sentimiento anticapitalista, antiliberal, antinorteamericano, y por derivación, anti-israelí. Un misterio que habrá que desentrañar.
El nuevo proletariado del siglo XXI

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