DECOLONIZAR
Mi amigo Juan Silva, bajito, rubio, de pelo crespo, alias Silvita,
dice que en los próximos años el debate cultural seguirá siendo en torno a los nuevos derechos
de las minorías y las políticas de identidad: identidad
de géneros (mujeres, homosexuales, transgénero y
“queers”); identidad de razas (afroamericanos,
indígenas, latinos); de nacionalidades
(pueblos originarios, ex-colonias, países periféricos); de clases (inmigrantes, refugiados, desocupados, asalariados). Dice Silvita que en la derecha, el adversario
será el varón blanco, patriarcal y capitalista,
principal creador de la Civilización Occidental, que según
Marx y otros ideólogos del progreso lineal y continuo, se desarrolló en Europa y Estados Unidos a la sombra prestigiosa
del Renacimiento italiano, el Descubrimiento de America, el Parlamento inglés,
la Reforma protestante, la Ilustración, la Revolución francesa, la Revolución norteamericana y la pujanza
revolucionaria de la naciente burguesía. En la izquierda, el otro adversario
será la mujer, de cualquier color, empoderada y feminista, cuya tarea
principal será socavar las bases epistémicas
del capitalismo, la historia bonita de
las democracias liberales, que se han impuesto
en el mundo en detrimento de la vieja utopía socialista. A pesar de que la
izquierda feminista está dividida en varias corrientes (post-marxistas,
post-estructuralistas y otras), el
relato emancipatorio más generalizado es
aquél que trata de atar todos los temas
en un solo paquete: en 1492, los pueblos
de América no fueron “descubiertos” sino conquistados, saqueados y esclavizados por la nueva clase capitalista. Esa ventaja inicial
espuria, la colonización y su acumulación de capitales robados al trabajo
esclavo, permitió a los europeos industrializarse
antes que los árabes, hindúes y chinos y dominar a todos y mantenerlos en
estado de dependencia hasta este siglo. El papel protagónico de la colonización
y la esclavitud deslegitima el mito de los
nobles orígenes progresistas de la burguesía. El capitalismo, con la complicidad de la
Iglesia Católica, habría sido responsable de la normatividad heterosexual, la
persecución de homosexuales, la obligación de sentirse hombre o mujer, la
asignación de roles de género discriminatorios, la misoginia, el racismo y demás políticas que permitieron excluir del poder a los
homosexuales, los no-blancos y las
mujeres, o reducir a éstas a roles inferiores o subalternos o parir mano de obra industrial. Dice mi amigo
Silvita que la nueva mujer, empoderada y feminista, siente que su adversario ya
está medio atontado por la culpa, y ella se lanzará con renovados bríos a
conquistar un campo enorme de bastiones patriarcales: parlamentos y gobiernos con
poquísimas mujeres, iglesias sin sacerdocio femenino, fuerzas armadas sin
homosexuales, carreras universitarias sin gente no blanca, museos de arte sin
obras de mujeres o países periféricos, monumentos de bronce a genocidas y
dictadores, textos escolares ofensivos
para minorías sexuales y raciales, concursos de belleza y de baile denigratorios
de la condición femenina, etc. La agenda
del libro rojo de la corrección política es infinita: para la mujer activista
anticapitalista, toda la industria del espectáculo, incluyendo Hollywood, Museos,
Televisión, Radios, Revistas,
está diseñada y armada para entretener al receptor o consumidor, embotarlo,
anestesiarlo y no dejarle reflexionar sobre su condición de explotado, de
no-ser, de víctima y esclavo. Hoy la colonización ya no se hace con
ejércitos ocupando territorios sino con persuasión, espejos de colores, la
zanahoria sin el palo. Dice Silvita que esta nueva forma de dominación cultural
se llama colonialidad, y es tarea de
todos nosotros decolonizar estos
espacios. Le dije mirá Silvita, estás de nuevo delirando, ese debate cultural
solo se da en esos seminarios de Humanidades o Ciencias Sociales donde vos vas.
Primero: la gente común labura, estudia y vuelve a la casa cansada y se
entretiene un rato viendo a Tinelli sabiendo que es televisión chatarra. Segundo: tu movimiento tiene
patas cortas, no puede demostrar que el patriarcado sea un engendro del capitalismo. Tercero: tu
movimiento no ofrece un modelo alternativo al sistema liberal. Cuarto: los
sólidos partidos políticos que tiene Uruguay no le dan mucha bola a estos temas.
En todo caso tenés al Frente Amplio que es perfecto: el ala derecha maneja la
economía capitalista y el ala izquierda maneja las políticas de género y todo
eso. Así que no jodas, le dije. Se fue caminando cabizbajo por Luis Alberto de
Herrera hasta “Los Yuyos” a tomarse una
caña con pitanga. Pobre Silvita. Se mete en cada cosa…..
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