El 12 de
junio La Diaria publicó un artículo llamado Neoliberalismo desde la izquierda. Es una entrevista de Chase Burgrave a una
socióloga Stephanie Mudge, originalmente publicada por Jacobin, revista demócrata socialista con sede en Nueva York, cuyo
tiraje aumentó muchísimo desde que Sanders se presentó como candidato a la Presidencia
y finalmente ganó Trump. El artículo tiene
un título tentador y es larguísimo pero
se puede resumir en pocas líneas. En el primer párrafo dice que “los partidos
de todo el mundo han abrazado políticas de libre mercado, privatización y
financierización. Ello produjo niveles record de desigualdad, retrocesos
democráticos, sobre todo en las sociedades capitalistas avanzadas”. O sea que
reconoce que la economía de mercado se generalizó en todo el mundo desde la caída
de la URSS, pero las otras dos afirmaciones son aventuradas. Hay numerosos
estudios que admiten que aumentó la desigualdad entre ricos y pobres, pero gracias
a la globalización del capitalismo la pobreza en sí misma disminuyó en todo el
mundo, y que junto con el libre mercado la democracia se instaló en países que
jamás la habían conocido. Luego el artículo analiza la evolución de los
partidos desde el izquierdismo socialista, pasando por el izquierdismo
keynesiano, hasta que arribaron al izquierdismo neoliberal. Para ello estudió
cuatro partidos importantes: el Laborista Británico, el Socialdemócrata Alemán,
el Socialdemócrata Sueco, y el Demócrata de los Estados Unidos. La entrevistada
reconoce que el partido Demócrata nunca fue socialista, pero fue protagónico en
las políticas keynesianas (del New Deal de Roosevelt en 1930) y su fuerte
influencia sobre Europa en la Tercera Vía. El socialdemócrata alemán por su rol
en el socialismo desde 1875, y el
laborista y el sueco por su destaque en
la posguerra. La entrevistada menciona la decadencia del keynesianismo a partir
de los años 70, y cómo los partidos
fueron pasando del socialismo a Keynes, y de Keynes al neoliberalismo de Milton
Friedman. La responsabilidad de este tránsito, de consecuencias electorales
“desastrosas” no habría sido por la ofensiva de la derecha, sino que los
partidos de izquierda se dejaron influenciar por expertos partidarios, que se ofrecen como estrategas, redactores de
discursos, analistas, teorizadores partidarios, periodistas, comunicadores,
consultores de imagen, encuestadores de opinión pública, economistas destacados
en la academia y al mismo tiempo asesores de los partidos, expertos en marketing y en campañas electorales,
etc. Como consecuencia de esta proliferación de asesores, los partidos de
izquierda habrían perdido contacto con las masas, habrían perdido “la
representación de los intereses de los pobres, de la gente sin poder, de los
marginados, es decir, de los grupos que carecen del tiempo, dinero, conexiones
y recursos necesarios para la plena participación política”.
En ningún
momento a la entrevistada se le ocurre mencionar otras causas de la deriva de los partidos de
izquierda desde el socialismo al neoliberalismo, como por ejemplo el fracaso de
la economía socialista, las empresas autogestionadas, el estatismo omnipresente,
la ineficiencia de la burocracia, el desaliento de la inversión extranjera, el
colectivismo en detrimento de la iniciativa individual, los impuestos exagerados,
el endeudamiento externo, etc. La
izquierda mundial, de la cual la izquierda uruguaya es solo una franquicia, generalmente
le echa la culpa de sus retrocesos a los otros, a las noticias falsas, al uso
malvado de las redes sociales, a las conspiraciones de la derecha, a la prensa
burguesa, al imperialismo norteamericano, a las astucias y mentiras de Trump, Bolsonaro
y Le Pen y otros voceros del racismo, el machismo y la homofobia, pero en este
artículo sorprendente, aparecen nuevos culpables: los asesores que contrataron
los partidos, que los fueron llevando al neoliberalismo durante cien años sin
que los dirigente políticos ni sus militantes se dieran cuenta. El artículo
termina con una recomendación maravillosa: “cultivar el análisis económico crítico,
ampliando radicalmente el perfil de aquéllos que consideramos economistas”
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