En la década del
90 los gobiernos llamados neoliberales encararon el desalojo y demolición de
decenas de casas ilegales mal construidas en terrenos de uso público de la Faja
de Defensa de Costas. Los casos más
notorios ocurrieron en Cabo Polonio y
Punta del Diablo, en Rocha. Ambos episodios fueron difundidos profusamente por televisión, en virtud de los sentimientos
poderosos de horror y compasión que
siempre despiertan los enormes buldozers tirando casas. Los opositores a las
demoliciones decían que en lugar de esas construcciones humildes, los gobiernos
neoliberales, cómplices del capital privado,
iban a autorizar allí hoteles de cinco estrellas. El Dr Gorosito, a la sazón
director de la Dirección Nacional de Ordenamiento Territorial, en una recordada
entrevista con los canales, dijo que por lo contrario, esas playas ya estaban
privatizadas por los ocupantes, y que los desalojos y demoliciones justamente devolvían
esas tierras al uso público. Pasaron veinte años, y hoy en plena hegemonía del
progresismo tardío, el gobierno pretende venderle dos estratégicos terrenos patrimoniales
de la rambla sur a Buquebús para
que construya una terminal de barcos y
un hotel de cinco estrellas. Pero en este caso no hay proyecto, no hay estudios
de impacto ambiental, no hay dibujos de las escolleras necesarias para proteger
a los barcos de las sudestadas y el pampero, ni cuánto cuestan ni quién las va
a pagar, no hay puesta de manifiesto del proyecto en la DINAMA, no hay
audiencias públicas para que la gente opine, no hay nada. Lo más curioso de
todo es que el partido más liberal, el
blanco, defensor de la leyes y la honestidad administrativa, que tuvo la enorme
valentía de liberalizar y privatizar el Puerto en los noventa, contra viento y marea, se sacrifica de nuevo por la patria y le saca
las castañas del fuego al gobierno socialista,
sumando sus votos a una venta apresurada de terrenos donde
todo es confuso, turbio y opaco como el famoso remate de Pluna.
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