23 de febrero de 2025
Me encanta la política: para saber lo que pasa en USA miro
CNN que es de izquierda (del Partido Demócrata, muy parecido al Frente Amplio),
pero no tengo FOX, que es el canal de Trump, de la derecha. Cada vez que según
la CNN Trump hace o dice un aparente disparate, tengo que checar otras fuentes
tipo Google y Wikipedia en la computadora para acercarme a “la verdad”, últimamente tan esquiva.
Ayer por ejemplo Trump arremetió y ordenó cerrar,
desfinanciar, perseguir, cancelar todos los programas DEI que pululan por todos
los Estados, ciudades e instituciones del país. Entré a Wikipedia y leí un
largo artículo, bastante completo, sobre la misteriosa sigla DEI, que quiere
decir Diversidad, Equidad, Inclusión, los tres caminos necesarios para proteger
los grupos que históricamente han sido discriminados por razones de género,
etnia, orientación sexual, edad, cultura, clase social, religión, discapacidad. Equidad viene
a ser parecido a la vieja acción afirmativa de décadas pasadas: cuotas, igualdad
de oportunidades o tratamientos acordes a las circunstancias por las que han
pasado los grupos o individuos, para que el resultado sea más igualitario. Inclusión
se refiere a que todos los actores de una institución sientan que participan y sus
voces sean escuchadas.
Los programas DEI se vienen aplicando en Estados Unidos por
lo menos desde la época de Kennedy y se han generalizado y vuelto obligatorios
a partir de los poderosos movimientos feministas, LGBTI, Black Lives Matter y otros.
En mi opinión el concepto DEI,
pergeñado en las grandes universidades de Estados Unidos fue incorporado en la
legislación de muchos países del mundo y acá en Uruguay la inclusión de la
“perspectiva de género” (femicidio, ley de violencia de género), es un ejemplo
de la influencia del progresismo norteamericano.
Todo
anduvo muy bien y tuvo efectos muy positivos para las minorías del mundo hasta
que la izquierda radical en su versión “woke” se apoderó de las herramientas
DEI y las hizo obligatorias y empezó a castigar, desfinanciar, boycotear,
piquetear a universidades, hospitales, fábricas, tiendas, empresas y personas
en general que no cumplieran con ellas. Así por ejemplo los aspirantes a ocupar
cargos docentes en ciertas universidades fueron obligados a firmar cartas de
fidelidad a los principios DEI, algo muy parecido a la “carta de fe
democrática” que impuso nuestra dictadura en los setenta. Docentes que no se
atuvieron a los principios DEI fueron echados o tuvieron que renunciar.
El ejemplo más delirante de “fascismo de izquierda” es el
de Hollywood. Según un link que menciona el artículo de Wikipedia, al darse
cuenta que todos los años el Oscar al mejor actor era siempre varón y blanco,
el movimiento Woke impuso una profusa reglamentación que deben cumplir las
películas, como poner ciertos porcentajes de protagonistas y elencos no
blancos, mujeres, gays o discapacitados, y esta obligación se extiende a
producción, escenografía, vestuario, fotografía y todos los rubros hay en una
película. Curiosamente la reglamentación DEI no abarca a los judíos, que son
una minoría étnica y religiosa perseguida en Medio Oriente e históricamente
discriminada (Holocausto). En general, buena parte de la clase trabajadora, que
desde la caída del Muro de Berlín ya no califica como minoría discriminada, se
sintió abandonada por las élites liberal y socialista y se hartó de los excesos woke
de la izquierda radical en tiempos del buenazo presidente Biden. Esto fue
aprovechado por Trump y su dream team de asesores billonarios para ganar
las elecciones y enseguida imponer su agenda. Los políticos, intelectuales y
académicos progresistas siguen cavilando sobre la misteriosa causa del ascenso
de la “derecha fascista”.