Setiembre de 2022.
Los tres Grandes Relatos del Modernismo de fines del siglo XIX eran: la fe en el progreso lineal y continuo, apoyado en el desarrollo de la ciencia y la tecnología, y dos sistemas de organización social, rivales pero posibles: el liberalismo democrático, que debía proveer igualdad de oportunidades a todos para estudiar y trabajar, y el marxismo, que mediante la lucha de clases y la eliminación de la propiedad privada, lograría la igualdad en la sociedad socialista. El Posmodernismo es el relato que explica un nuevo y diferente estado del mundo de mediados del siglo XX, después de la Segunda Guerra Mundial, y comienza a tomar forma como una crítica al modernismo. Entre los críticos más famosos aparece el filósofo francés Lyotard, quien denuncia el fracaso de Los Grandes Relatos: la idea del progreso, el liberalismo y el marxismo. Aparece Foucault, quien dice que las verdades pretendidamente universales y naturales del relato modernista son producto de un contexto histórico e ideológico que esconde intereses y expresiones de poder. Aparece Derrida, que aporta el instrumento de la deconstrucción, o sea desmantelar los textos explicativos de la modernidad y revelar sus intenciones no santas. Aparecen Adorno y Horkheimer, de la Escuela de Frankfort, quienes prácticamente acusan a la Razón Iluminista y la Razón instrumental de la modernidad, de ser causa importante del Holocausto. Estaban dispuestas las bases teóricas para que de allí en adelante los posmodernistas se dedicaran a deconstruir la modernidad mediante un relato nuevo: la conquista, el colonialismo, la esclavitud, el saqueo, la explotación de la naturaleza, el capitalismo, la evangelización, la destrucción de las culturas locales y demás tropelías, permitieron que la burguesía, piratas europeos de raza caucásica y blanca, crearan la revolución industrial antes que los demás pueblos del mundo, haciendo ilegítima y espuria esa ventaja inicial imposible de recuperar. Uno se pregunta por qué los posmodernistas se dedican a denunciar todas y cada una de las lacras del capitalismo, del liberalismo democrático y de la derecha, y no ejercitan deconstrucción alguna sobre la visión marxista, ni crítica alguna a la razón ilustrada o instrumental de los regímenes socialistas, sus fracasos económicos y sus campos de concentración, conducidos por Lenin, Stalin, MaoTseTung, Pol Pot, Fidel Castro, Chaves, y desde luego Putin, “el hombre nuevo” que debía nacer del socialismo real, como auguraba el Che Guevara en su momento de gloria. La única conclusión que se puede sacar de esta aproximación al posmodernismo es que, en su aparente crítica a la modernidad en general, lo único que le interesa es deslegitimar al liberalismo, socavar las bases del capitalismo y su globalización, y dejar incólume el marxismo, relato hoy devenido en utopía por ausencia de ejemplos reales. La herramienta de la deconstrucción proporcionada por Derrida sirvió para denunciar el patriarcado, el racismo, la misoginia, la violencia doméstica, que estaban ocultos en los pliegues de la dinámica liberal de Occidente, pero nunca se usó para revelar los mismos vicios en las comunidades africanas, chinas, rusas, árabes, musulmanas, indias, latinas, indígenas, del resto del mundo. Debe ser hora de abandonar el discurso sesgado del posmodernismo y sentar las bases de una nueva racionalidad.
Daniel Heide. 099241936, 29156439, Pérez Castellano 1536.